CAPÍTULO 79 - UTILIZAR EL SEXO COMO CHANTAJE
– EQUIVOCACIONES HABITUALES -
Este es el capítulo 79 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER.
Parece una idea muy extendida esa de que con el sexo se puede dominar al hombre. Que se le puede chantajear impunemente, racionándoselo o entregándoselo en función de que cumpla o no unos requisitos o condiciones, de que cambie ciertas cosas suyas, de que deje otras, de que haga regalos, o como premio por haber accedido a hacer algo que no quería hacer.
Además de ser humillante para el otro, y de ser absolutamente ruin por parte de quien lo utilice de este modo, no sé qué gracia puede tener mantener relaciones sexuales con alguien que no lo hace por amor y deseo sino a cambio de una contraprestación.
Visto con objetividad es algo muy similar a la prostitución, donde se ofrece sexo a cambio de otra cosa que, en este caso, no es dinero. Pero no deja de ser un trato comercial.
Una relación sexual sin amor, o sin algo de cariño al menos, sin unas caricias que sean sinceras, sin unas sonrisas cómplices y unos besos honrados, pierde su esencia, ya que la penetración no es el motivo principal del encuentro sino la continuación de todo el juego previo. Una penetración que no vaya precedida del deseo por parte de ambos, con su colaboración y entrega, no es más que una copulación animal.
Es por eso que utilizarlo como moneda de cambio lo desvirtúa. Y si alguien, por la circunstancia que sea, accede a ese chantaje que sepa que lo volverán a utilizar una y otra vez, y el sexo acabará siendo algo que hay que pagar cada vez de algún modo.
Hacer uso del sexo con ese propósito debiera ser deshonroso para quien lo hace. En realidad, para cualquiera de los dos.
Para conseguir algo de la pareja hay mil modos más dignos de hacerlo. Desde la petición amable hasta los acuerdos consensuados. Cualquier cosa loable para que no sea necesario convertir en coacción lo que siempre debiera ser el regalo más noble que hace uno a otro, y es que no sólo entrega su cuerpo en el acto, sino su alma, su mayor intimidad, sus secretos; se entrega en su integridad porque van a crear un mundo en el que no entra ninguna otra cosa que no sean ellos mismos, y lo que sólo conocen y comparten ellos.
Además de que el concepto que va a adquirir el chantajeado con respecto al chantajista es lo más alejado de lo que se supone que es una relación de pareja, donde la sinceridad y el deseo de lo mejor para el otro, la entrega y el amor voluntarios y desinteresados, son elementos tan primordiales como imprescindibles.
Cuando los intereses interfieren en la relación, el amor reconoce que ya no tiene nada que hacer y se marcha con la intención de no regresar.
SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:
- El sexo no ha de convertirse jamás en moneda de chantaje.
- Por dignidad, y por respeto a la relación, no se debe aceptar ese tipo de chantaje.
- Aunque parezca una cuestión sólo romántica no es lo mismo “hacer el amor” que “tener sexo”. No es lo mismo el deseo que la desgana. No es lo mismo la entrega desinteresada que el negocio.
- Tener sexo como obligación, porque lo exige el otro como un derecho propio y un deber matrimonial, no es “hacer el amor”
Francisco de Sales
(Si le interesa ver los capítulos anteriores, están publicados aquí:
http://buscandome.es/index.php/board,89.0.html)