La Presencia está presente siempre
Ciertamente, al principio hay que trabajar porque predominan en nosotros los viejos hábitos mentales, los miedos, los recelos, las inseguridades; y aunque en un momento dado nos sentimos muy ligeros, muy libres, al poco tiempo vuelve otra vez la fuerza de la costumbre a encerrarnos en nuestras ideas, en nuestros miedos y precauciones, y hemos de renovar una y otra vez esta Presencia hasta que va adquiriendo una continuidad. Y llega un momento en que esta Presencia constantemente renovada cambia por completo toda mi actitud en la vida en un sentido totalmente positivo; donde había angustia, deja de haberla, donde había preocupación, duda, sospecha, todo eso deja de existir; y me doy cuenta de que interiormente estoy siendo conducido, como en el fondo siempre lo he sido.
Pero ahora reconozco que mi inteligencia no es nada más que una pequeña avanzadilla, una pequeña delegación de la Inteligencia Absoluta. Y al estar conectado con esta gran Inteligencia dejo de apoyarme exclusivamente en mi pequeña delegación. Entonces estoy constantemente atento para ver con claridad desde la Gran Mente, no desde mi pequeña mente; ésta se convierte en lo que realmente es: en una delegación.
Y esto no solamente afecta a la mente para ver y valorar las cosas, sino también al corazón para sentir y a la voluntad para actuar. Descubro que el amor no es algo que fabrico yo, sino algo que me es dado; y que, en la medida que yo me abro a esta Presencia activa de Dios, este Amor-Felicidad aumenta y aumenta, y es como un pozo sin fondo; es realmente una Fuente que mana desde la Vida Eterna. Y me doy cuenta de que la fuerza no es la que tengo yo personalmente, no es la que puedo acumular o renovar a través del descanso, sino que hay una Fuente enorme, fantástica, de Energía que está expresándose en mí, en la medida en que todo yo me mantengo abierto a esta Presencia activa de Dios.
Por lo tanto, esta Presencia activa de Dios no es sólo un objeto de devoción, no es para girar alrededor de ella como gira un satélite alrededor de un astro, sino más bien es como conectar un trole con el cable de alta tensión, gracias al cual la energía se transmite a la máquina particular y la dinamiza. Es ponerme en contacto con lo que es mi fuente absoluta, con el verdadero Yo, con el verdadero Ser esencial del cual yo soy una expresión en cada momento.
La Presencia de Dios vivida de esta manera es una afirmación total de uno mismo sin necesidad de afirmarse en lo exterior; uno se siente afirmado en su conciencia de ser, en su plenitud, en su seguridad, en su libertad. Ya no necesita reivindicar su seguridad y su afirmación mediante el quedar bien ante los demás, no necesita sentirse aprobado o alabado, su seguridad no depende del «tener» una casa, un ambiente social, etc. Todo esto puede necesitarlo el cuerpo, como es natural. Pero interiormente uno no necesita nada de esto para sentirse seguro, pleno. Está centrado precisamente en el otro extremo de las cosas: en el extremo de las causas, de la Causa Suprema, y no en el extremo inferior de los efectos.
Uno descubre que nunca las cosas pueden darme nada; lo único que me puede dar es la Causa, la Fuente Absoluta que me hace ser. Y que todo lo que yo puedo llegar a realizar, a vivir, a ser, me viene a través de la Fuente, nunca a través de los efectos, de las cosas, de las personas. También descubro que esta Causa que es la base de mi ser, de mi afirmación y de mi capacidad de hacer, es la misma que se expresa luego en forma de hechos, de personas, de circunstancias. Dios en mí me estimula a la acción y el mismo Dios a través del exterior responde a este estímulo. En la medida que yo me abro a la Presencia de Dios, mi interior y mi exterior se armonizan. En la medida que yo me cierro en mi conciencia aislada, individual, me separo de lo exterior y todo se convierte en extraño, en posible enemigo, y eso me hace vivir con angustia, a la defensiva o atacando. Pero si yo me abro a la Presencia de Dios descubro que esta misma Presencia es la que actúa dentro y fuera de mí.
Esto quita todo temor, porque me va vinculando más y más con todo, con personas y circunstancias; y me siento unido a todo, no veo oposición, veo que hay una misma dirección, una misma Inteligencia Suprema, una misma Voluntad y un mismo Amor que se están expresando a través de la inter-acción y a través de las diferencias. Y al vivir la afirmación central no busco la afirmación de lo exterior. Entonces consigo una libertad respecto a las personas y a las cosas porque no dependo de ellas, no las necesito para sentirme yo; pero al mismo tiempo me siento más próximo al interior de las personas y de las situaciones porque estoy más próximo a la Causa de mí y de estas situaciones, que es Dios.
Por esto, la vida cambia por completo de significado, de sentido; deja de ser una huída o una búsqueda compulsiva de seguridad personal para convertirse en un medio de expresión constante de algo maravilloso. Mi inteligencia actuará porque es su naturaleza el comprender, el ver; mi capacidad de hacer funcionará igualmente, porque para eso la tengo; Dios se expresa estimulando mis capacidades de hacer, de pensar, de conocer, de amar, de crear. O sea, que eso no elimina para nada nuestra vida activa, sino que ésta alcanza su máximo. Pero en lugar de alcanzarlo por un esfuerzo tenso y angustiado para conseguir unos objetivos, lo alcanza porque se convierte en un medio de expresión sin obstrucciones, adecuado a la expresión creadora de Dios a través de mí en cada momento.
Autor: Antonio Blay