HAZ UNA BUENA TORTILLA
En mi opinión, tenemos la mala costumbre de dedicar a quejas y lamentos el tiempo que deberíamos dedicar a resolver los motivos causantes de esas mismas quejas y lamentos.
Es común –pero no acertado- pasar excesivo tiempo lamentándose por las circunstancias en las que uno vive, por lo que no posee, por lo que no ha alcanzado, y también por lo que sí tiene el otro o por lo que sí ha conseguido. Demasiado tiempo en la pataleta infantil. En el disgusto improductivo. En el resentimiento ineficaz.
Es cierto que algunas de las cosas desagradables que nos ocurren no dependen de nosotros y no tenemos otra opción que la de soportarlas del mejor modo posible. Eso nos da derecho a una pequeña protesta, pero sin necesidad de hacer una tragedia de ello y sin que sea obligatorio estancarse en una frustración sin provecho ya que, generalmente, es inútil oponerse a lo inevitable.
También es cierto que uno es el culpable de bastantes de las cosas desagradables que le ocurren, debido a lo que previamente hizo o lo que no hizo, pero no nos gusta eso de responsabilizarnos de los propios errores o desidias y es más cómodo trasladar la culpa al destino o a los otros o a la mala suerte o a lo que sea. Las personas irresponsables encuentran un alivio falso en echar las culpas a otras personas o cosas.
La realidad es que tienes lo que tienes en este momento, eres lo que eres en este momento, atraviesas las circunstancias de este momento, pero… eso no te condena a estancarte y quedarte siempre ahí y así, sino que ha de ser un acicate para ponerte en marcha y comenzar con el cambio de las cosas que no son de tu agrado.
Acepta tu situación actual, aunque no te guste. Es el primer paso indispensable. No puedes empezar desde el enfado por lo que no eres y lo que no tienes. Y es un error muy repetido.
Si en este momento sólo tienes huevos y patatas, haz una buena tortilla. La mejor. Y disfrútala. No te quedes sin comerla porque te falta un exquisito jamón como entrante, un buen vino de acompañamiento y un postre delicioso para rematar.
Haz una buena tortilla. Haz lo mejor que puedas con lo que tienes, y luego procura añadir más cosas a base de tu esfuerzo personal.
Parece muy evidente que una de las tareas que tenemos en esta vida es el Mejoramiento o Desarrollo Personal. Construirnos y reconstruirnos a partir de lo que somos y lo que tenemos en este momento. Y eso depende exclusivamente de cada uno. Conviene aprovechar lo mejor de las cualidades que poseemos y esforzarse para que se acerquen más a su perfeccionamiento total. Hacer todo lo posible para lograr sentirnos a gusto con nosotros mismos.
Para eso, escucharnos decir qué es lo que necesitamos resulta imprescindible. Saber qué nos haría estar más satisfechos con nosotros –como personas, no me refiero a éxitos externos- es vital. Conocer las cosas que nos proporcionan paz espiritual es muy conveniente. Tener una relación muy comunicativa con nosotros –que sea cordial y cariñosa- es obligatorio. Averiguar todo aquello que nos puede acercar aún más al Ser Esencial que somos en nuestra naturaleza es necesario.
Hay que tener la valentía de empezar de cero, ahora y cada vez que sea necesario. De cero o del punto en que nos encontremos. El conformismo es un pésimo aliado. La pereza es una mala compañía. La rendición es algo a rechazar.
Ahora mismo es un buen momento. Haz un inventario tuyo. Escribe en varios folios lo que te gusta de ti, lo que se va a quedar y va a ser mejorado, lo que se va a eliminar, lo que necesita una revisión, lo que no vas a repetir ni tolerar jamás, lo que quieres ser, etc.
Después, con lo que eres en este momento, con lo que cuentas en este momento, reconstrúyete. Rescata al hundido. Recupera al perdido. Anima al desconsolado. Y entonces… comienza de nuevo.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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