EL AUTO-RESPETO
En mi opinión, cualquier persona tiene derecho a merecer respeto y ser respetado, incluso a exigir ese respeto, pero… con la condición de que él mismo dé ejemplo siendo el primero en respetarse.
Si escribo lo anterior es porque hay muchas personas con un letrero en la frente que dice “respétame tú, por favor, porque yo no me respeto”. Así de lamentable. Así de trágico.
Es difícil que haya auto-respeto si no hay autoestima. No son la misma cosa, pero están directamente ligadas. Así que es conveniente ir trabajando en ambas cosas para mejorarlas, porque de ambas depende directamente cómo es y será la relación de uno consigo mismo.
No puede haber una buena relación consigo mismo si no hay respeto, si no hay Amor Propio, si no hay comprensión ni colaboración; si no se tienen unos abrazos preparados que le rescaten a uno de los peores momentos, si no hay predisposición al acogimiento sin juicio ni castigo cuando es necesario.
El respeto a todo y a todos debe comenzar por el propio respeto.
Hay cosas que uno tiene que hacer por sí mismo, por la relación que mantiene consigo, por el bienestar y la concordia; por ejemplo, atender y satisfacer las necesidades personales, respetar la escala de valores que uno ha ido creando, los principios, lo que es importante y primordial, y todas aquellas cosas en las que uno tiene que ser irreductible y a las que no ha de renunciar bajo ningún concepto. Por ejemplo, expresar los sentimientos y emociones, con cuidado pero sin represión, evitando hacerse daño con ello y evitando cargarse de culpabilidades ajenas o innecesarias. Valorar las propias virtudes y cualidades, las cosas que uno hace bien. Sentirse orgulloso de ser quien se es, a pesar de los desaciertos, los defectos, las equivocaciones, los tropezones en la misma piedra… a pesar de eso, es imprescindible que la primera respuesta ante esos hechos sea una sonrisa de acogida, que uno tenga claro que se va a seguir queriendo siempre, pase lo que pase, y que su propio regazo está siempre abierto y cálido para acogerse tras cada tropezón. Porque tropezones los seguirá habiendo siempre.
Vivir en armonía, con uno mismo y con los otros, es una manifestación evidente de un correcto auto-respeto.
No respetarse es anteponer las necesidades e intereses de los otros a los propios de un modo indiscriminado, atendiendo a ellos del todo y desatendiéndose a sí mismo. Mirar por uno mismo no es egoísmo, es justicia. No respetarse es no poner límites y permitir que abusen. Y uno mismo, si está atento y es objetivo, se da cuenta de cuándo el otro le necesita realmente –y entonces hay que estar con él, sin dudarlo- y cuando el otro está abusando y mirando exclusivamente sus intereses sin respetar los nuestros.
No respetarse es dejar de lado nuestros principios y valores. Desatenderlos. Es tratarse como si uno fuese su más encarnizado enemigo, descalificándose y llenándose de pensamientos negativos. Infravalorándose, despreciándose, no honrándose, incluso odiándose. La auto-crítica sin amor es destructiva.
No respetarse es no ser uno mismo. Ser el personaje que los demás desean para su satisfacción. Es renunciar al derecho a ser uno mismo. Es no ser auténtico. Ser excesivamente complaciente, incluso hasta la humillación y la renuncia. Y no es necesario llegar a tanto para complacer a los otros.
El auto-respeto es un asunto demasiado importante como para no dedicarle la atención que se merece. Una convivencia diaria con uno mismo en la que esto no se cuide está condenada a ser desagradable, o triste, o muy dolorosa.
Lo bueno del auto-respeto es que sólo depende de uno mismo. De ti mismo.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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