LAS MENTIRAS QUE UNO MISMO SE CUENTA
En mi opinión, a veces, para poder seguir sobreviviendo, se nos hace casi necesario contarnos pequeñas mentiras, hacer como que no vemos algo que es muy evidente, restarle valor a una decepción, o decir que confiamos en algo que es solamente un deseo y posiblemente no sea nunca una realidad. Todo eso hasta puede tener una justificación que, con mucha voluntad y comprensión, se puede aceptar.
La diferencia básica entre mentira y autoengaño es que en el primer caso uno es consciente de que no dice la verdad y en el segundo caso lo hace de manera inconsciente.
Quien miente es porque obtiene un beneficio de ello. Es un acto consciente que se ejecuta porque se espera algún tipo de recompensa al hacerlo. A veces se tergiversan los hechos y se le dan la interpretación que a uno le interesa –aunque no sea la verdadera- o a veces uno dice lo que sabe que no es cierto porque eso le beneficia de algún modo o le evita una consecuencia negativa.
Pero… hay quienes se han convertido, voluntaria o involuntariamente, en auto-engañadores. No aceptan su propia realidad y se engañan porque lo que se inventan mintiéndose es mejor que lo que tienen en su realidad. De algún modo, lo que hacen es inventarse una identidad distinta, una especie de Yo Ideal en el que caben las cualidades y virtudes de las que no dispone, un personaje casi perfecto, idílico, que carece de sus propios defectos –que no quiere aceptar y de este modo cree que los elude- y tiene las virtudes que uno mismo aún no ha sido capaz de desarrollar.
En la mayoría de los casos, lo que se esconde detrás de esta actitud es una Autoestima baja que no llega a cubrir las expectativas básicas propias. Les resulta más fácil inventarse un personaje falso que solucionar definitivamente sus cosas. Lo que es evidente es que de este modo no construyen una realidad sino un castillo de naipes trucados.
Las mentiras que uno mismo se cuenta son un pecado imperdonable. Colaborar en el auto-engaño es indecente. La verdad es la verdad y hay que asumirla aunque no agrade; se requiere, eso sí, mucha dignidad para hacerlo noblemente y una honradez que se imponga a la huída de la aceptación.
No me parece acertado inventarse un mundo delicioso pero irreal. Soy más partidario de arreglar el mundo que sí tenemos y adecentarlo a nuestro gusto mediante un trabajo de Desarrollo Personal. Sólo entiendo, como excepción, tener un Paraíso Personal, un lugar al que retirarse en meditación o con la fantasía para relajarse de los conflictos de la vida cotidiana, pero entendiéndolo siempre como un recreo y no como una huída.
Las personas que se inventan un Yo Ideal maravilloso, y viven como él, impoluto, insuperable, en realidad se están condenando a vivir en una falsedad y, en los momentos de honestidad, a darse cuenta de cuánto se desprecian y de qué dolorosa es la inaceptación de sí mismos.
La vida propia a veces se siente como un fracaso y las mentiras resultan ser más benévolas que la realidad.
Entenderé casi cualquier argumento o truco que se utilice para pasar un momento puntual en la vida siempre y cuando uno sea consciente de que es sólo una razón de consuelo y no una verdad. Si uno se dice “esto pronto acabará” está bien si eso le sirve mientras sigue luchando incansable y plenamente para que realmente acabe, pero si lo convierte en un autoengaño sabiendo de verdad que no va a acabar pronto y lo utiliza como excusa para no implicarse en resolverlo… entonces no me parece bien.
Las realidades alternativas que son las mentiras que nos contamos no soportan una auditoría de nuestra honestidad. Esa quimera que construimos puede caerse en cualquier momento… y sepultarnos definitivamente.
Mantener en pie todas las mentiras, y las mentiras que justifican esas mentiras, requiere un esfuerzo mayor que afrontar la verdad.
Si uno quiere tener como lema y distintivo en su vida la honestidad y la dignidad –que son excelentes elecciones- deberá desterrar primero todas las mentiras sobre las que se está sustentando y poner en su lugar verdades, que no son tan ostentosas pero son sólidas y –al contrario que las mentiras- duran para siempre.
Honestidad, dignidad, honradez, ética, nobleza, integridad… hay muchas cosas a las que podemos aspirar que superan la vileza de una mentira.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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