CAPÍTULO 61 - PARTICIPAR EN LUCHAS DE PODER
- LO QUE NO ES APROPIADO -
Este es el capítulo 61 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER.
Si la relación llega a un punto en que lo único que les une ya son las ganas de demostrar quién es más fuerte, quién tiene más rabia acumulada, quién está más capacitado para destruir y para hacerlo con más tenacidad, quién conoce mejor los entresijos del otro y tiene más habilidad para hacerle daño, o para vengarse con más feroz crueldad… eso quiere decir que han llegado ya a ese punto en que la mejor –o la única- solución para resolver sus diferencias es emprender caminos separados.
Ninguno de los dos es más que el otro. Ni debe serlo. Nunca se planteó la relación como una lucha de poder, ni se pretendió que uno fuese el Rey -o la Reina- y el otro el vasallo -o la vasalla-.
Se trataba –y se trata- de compartir, de ayudarse, de engrandecerse mutuamente, de prosperar juntos, de ser felices y hacerse felices, y no de arruinarse la vida.
Cuando se llega a este punto de no retorno, u otro similar, conviene echar mano del Amor Propio, de la dignidad, de la conciencia de que sólo se dispone de una vida y es mejor no desperdiciarla, y entonces poner un punto final del modo más decente posible dándose ambos la libertad para poder ser felices con otra persona.
En el momento en que uno se da cuenta de que su relación se ha convertido en una guerra de veinticuatro horas al día, y que en cuanto se ven comienzan con las caras serias –duras-, las miradas secas –o la falta de miradas-, los detalles fríos –o violentos-, y no tienen palabras que no lleven entre sus letras rencor, reproches, odio y resentimiento, desamor o llanto… es momento de rendirse, de abandonar con honor la lucha, y de emprender el camino hacia la paz personal.
Hay otro tipo de poder: la mujer no se ha de olvidar que ella está mucho más preparada que el hombre para la relación, que éste es consciente de ello, y eso le hace sentirse en inferioridad de poder emocional –y a veces trata de compensarlo o de suplirlo con el poder físico o psicológico-.
La mujer expresa y vive mejor y más intensamente sus emociones y sentimientos –tiene permiso social para ello mientras que el hombre, en cambio, siente que lo tiene prohibido-, se maneja mejor con el afecto y su expresión, y se comunica de otro modo más natural en los asuntos esenciales de la vida.
El hombre, sin darse cuenta de ello en la mayoría de las ocasiones, reacciona a la defensiva en ese aspecto, y teme el enfrentamiento emocional contra ella. Por eso a veces hay temas que el hombre rehúye: porque se considera incapacitado para ellos, y en inferioridad de condiciones, y ese ámbito no es habitual para él, acostumbrado a tener el poder en otros terrenos.
Conviene entonces que la mujer, mucho más inteligente y poderosa en este aspecto, trate al hombre de modo que –sin ceder ni conceder nada que no desee- no se sienta amenazado; que sea magnánima y muy comprensiva, y que mire por el interés de la relación –si realmente sigue interesada en ella- y no por demostrar su superioridad en este aspecto, lo que podría conducir a una guerra innecesaria.
En lo único que sí conviene ser el más poderoso es en la capacidad de amar.
SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:
- Ambos han de estar de acuerdo en evitar los conflictos inútiles.
- Ninguno de los dos es más que el otro. La pareja son dos iguales.
- No hay ninguna necesidad de demostrar poder.
- En las luchas por el poder los dos serán perdedores.
Francisco de Sales
(Si le interesa ver los capítulos anteriores, están publicados aquí:
http://buscandome.es/index.php/board,89.0.html)