LA VERDAD NO ES LO IMPORTANTE
En mi opinión, este título es una paradoja que cuesta trabajo aceptar.
Hasta ahora la verdad era indiscutible, innegable, muy importante, realmente cierta, pero la verdad –sobre todo cuando ocurrió en el pasado- acaba deformándose y se dulcifica o se endurece en función de los recuerdos que nos van quedando y, sobre todo, de las interpretaciones que hayamos hecho de ellos.
No coinciden siempre lo que es y lo que creemos ver, o lo que es y lo que interpretamos, o lo que queremos ver con lo que realmente vemos. La incapacidad de ser del todo objetivos, o los prejuicios, o la ignorancia, pueden darnos una visión incierta porque puede estar condicionada.
Hay cosas que las juzgamos equivocadamente en el pasado, cuando sucedieron, o que las comprendimos mal, y las archivamos en el recuerdo con esa equivocación incorporada y ahora las vivimos y nos influencian con esa equivocación.
No es tan importante la verdad como el sentimiento que tenemos asociado a esa verdad.
Por todo lo anterior es por lo que interpretamos como más válido y cierto lo que nosotros creemos que la propia realidad. Si pedimos a varias personas que vivieron juntas la misma experiencia es muy posible que obtengamos versiones distintas porque cada uno la vivió a su manera y cada uno extrajo algo distinto.
Casi siempre nos faltan la objetividad y la ecuanimidad para ver las cosas tal como son, aunque no sean de nuestro agrado, aunque duelan. Engañarse uno mismo conscientemente es un acto de cobardía.
El auto-engaño es un parche inútil y no una solución.
Aceptar la realidad requiere una honestidad intachable, un Amor Propio a prueba de bombas, unas ganas de honradez y una valentía que sean capaces de sobreponerse a cualquier situación adversa.
La verdad es cierta, es innegable, y tratar de maquillarla no consigue cambiarla. Las falsedades que uno mismo se puede contar no soportan siempre la inspección de nuestra honorabilidad, que reclama que la dignidad personal pueda manifestarse libremente. Por encima de todo, mantengamos un principio de honradez que trate de quedar por encima de los auto-engaños.
Tenemos que acostumbrarnos a aceptar las cosas tal como son y a llamarlas por su nombre. Es necesario el ejercicio continuo de hacer que prevalezca la verdad por encima de los intereses, y conviene esforzarse en estar libres de prejuicios al afrontar lo que hay y lo que pasa.
No se puede cambiar lo que no se reconoce y acepta. Es el primer paso imprescindible: reconocer y aceptar la verdad que existe. Si no es de nuestro agrado -y además es posible hacerlo- entonces se puede cambiar por otra. Y si no se puede cambiar, habrá que aceptarla sin una oposición perjudicial e inútil. Es más propicio colaborar con lo inevitable no oponiéndose.
Lo importante y lo cierto –y ahora desmiento el título- es la verdad, por encima de nuestros deseos, oposiciones, desagrados o rabietas personales.
Hay que fortalecer la tolerancia a la frustración y saber aceptar que las cosas no son siempre como desearíamos y que el mundo y los Dioses no giran en torno a nuestros intereses.
Vivir la vida es un continuo acto de humildad ante lo que es y lo que nos ofrece, y requiere de toda nuestra comprensión para no hacer de ella un conflicto, una discusión continua, una guerra inacabable.
Lo que es, es.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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