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 CAPÍTULO 80 – LA GENEROSIDAD – EL SERVICIO – ENTREGARSE

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AutorMensaje
Francisco de Sales




Cantidad de envíos : 1141
Fecha de inscripción : 28/06/2016

CAPÍTULO  80 – LA GENEROSIDAD – EL SERVICIO – ENTREGARSE Empty
MensajeTema: CAPÍTULO 80 – LA GENEROSIDAD – EL SERVICIO – ENTREGARSE   CAPÍTULO  80 – LA GENEROSIDAD – EL SERVICIO – ENTREGARSE Icon_minitimeSáb 01 Ago 2020, 5:59 am

CAPÍTULO 80 – LA GENEROSIDAD – EL SERVICIO – ENTREGARSE

Este es el capítulo 80 de un total de 82 -que se irán publicando- en los que se explicarán los conocimientos necesarios acerca de TODO LO QUE HAY QUE CONOCER PARA HACER BIEN UN PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL Y ESPIRITUAL.




“Bienaventurados los que dan sin recordar y los que reciben sin olvidar”.
(Madre Teresa de Calcuta)

“¿Cuál es la esencia de la vida? Servir a otros y hacer el bien”.
(Aristóteles)

“Generosidad es la capacidad de dar amor y afecto sin condiciones,
es ayudar sin pedir nada a cambio”.

“Un corazón generoso, un discurso amable y una vida de servicio y compasión, son las cosas que demuestran la humanidad”.

“Un corazón agradecido ama lo que recibe.
Un corazón sabio, ama lo que da”.

“Da siempre que puedas. No lleves la cuenta.
El Universo la está haciendo por ti”.

“La generosidad humana es un reflejo del amor de Dios”.
(Doménico Cieri Estrada)

“La atención y el cuidado son formas muy nobles de generosidad”.

“Con demasiada frecuencia subestimamos el poder de una caricia,
una sonrisa, una palabra amable, un oído atento,
un cumplido honesto o el más mínimo acto de cuidado,
todos los cuales tienen el potencial de cambiar la vida”.
(Leo Buscaglia)

“La mejor manera de hacerse recordar
es mostrando un corazón generoso”.



Entiendo la generosidad y el servicio como un tributo voluntario por el que uno decide compartir y compartirse libremente.

Considero que tenemos la obligación ética, muy humana y muy honorable, de socorrer a quienes podamos compartiendo una parte de nuestras posesiones –que son siempre préstamos que nos conceden, no hay que olvidarlo-, de los bienes que nos da la vida, bien en forma de prestación económica o de una parte de nuestro tiempo, nuestras habilidades o incluso un poco de sacrificio personal.
Es justicia humana y divina.
Dar y recibir.

Seamos buenos administradores de los bienes temporales, y sepamos entregar una parte de lo que tenemos a los que no tienen. Y vuelvo a insistir: no me refiero a dinero, también pienso en compañía, en ayuda moral, arrimar un hombro, escuchar al afligido, compartirnos… cualquier servicio social, humano o de amistad.


Todo este Camino no tiene sentido si no compartimos lo logrado en cualquiera de los sentidos, conocimientos o fortuna, si no hacemos beneficiarios y partícipes de algún modo a los otros.


DESDE UN PUNTO DE VISTA MÁS ESPIRITUAL

Si no hemos aprendido a ser generosos no hemos aprendido nada.

El diezmo –dar un porcentaje de lo que poseemos- es una ley espiritual tan efectiva como lo son todas las leyes naturales.
Dios es el Creador de todo lo que hay. Él lo posee todo.

Nosotros somos simplemente "administradores" de bienes temporales.
Hay una aparente injusticia –que yo soy incapaz de comprender hoy- en el reparto de los papeles y circunstancias que nos tocan vivir a unos y a otros.
Unos son escandalosamente ricos o afortunados y muchísimos más tienen problemas hasta para comer cada día.
Unos están capacitados para ayudar compartiendo y otros solamente están necesitados y nada más.
De algún modo hay que equilibrar las diferencias.
De algún modo hay que hacer para que unos no tengan de sobra y otros sólo tengan carencias.

La generosidad es una muestra evidente –si es humilde y silenciosa- de la magnanimidad personal que todos –todos- tenemos o podemos tener.
Hay nobleza en ello.
Hay humanidad.
Mucha humanidad.
Hay en ella empatía, compasión, amor.
Es una expresión del alma que deja un regusto muy agradable cuando se practica.
Más allá de la exhibición que hace el ego cuando hay generosidad –y el ego es un gallo al que hay que dejarle solo cacareando y sin hacerle caso… o hacer callar seriamente- hay una sensación que invita a la lágrima sencilla.


El agradecimiento produce un efecto contagioso.
La emoción del que recibe provoca un terremoto sentimental también en el interior del que comparte.
Se comunican los sentimientos sin palabras.
No hacen falta.
Es un diálogo visual.
“Tú eres tú, pero yo también soy tú. Y quiero que te sientas un poco partícipe, que disfrutes tú también”.
Eso es lo que se dice sin palabras.


Vivir con la conciencia -como norma- de la entrega a los demás nos hace darnos cuenta de cuánto podemos hacer por los otros, qué útiles podemos ser colaborando para el mejor desarrollo de su existencia, aportándoles esperanza, ofreciéndoles la esplendidez de una sonrisa, la bondad de un “gracias”, la delicadeza de una escucha comprensiva, o la grandeza de un consuelo o un ánimo.
Un abrazo o una caricia o cualquier gesto de afecto son espléndidos e impagables regalos.
El reconocimiento de la igualdad con el otro –ser o sentirse el otro ocupando por un instante su lugar-, por encima de cualquier diferencia en el estatus, haciendo solamente un contacto entre almas, es también un acto que los otros pueden recibir con agrado.


Ser generoso es también condescender -acomodarse al gusto o la voluntad de alguien-, porque es generoso dejar que el otro elija el canal de televisión, o ceder el paso, la palabra, el lugar, o ayudar con lo que uno sabe hacer.

En la entrega –de lo que sea- hay altruismo y solidaridad. La realidad es que nuestra alma –y no sólo nuestro ego- siente complacencia al ser dadivoso


¿QUÉ PUEDO DAR?

Ya lo has ido viendo en las páginas anteriores. Todo lo que sea dar, sea lo que sea, puede ser bien recibido por alguna persona.
Dar dinero está muy bien, pero no siempre se puede.
Hay otras cosas de coste cero que hemos visto que sí se pueden dar: desde afecto a atención, desde acompañamiento hasta abrazos, desde ropa o cosas –es mejor que sea lo que el otro necesita y no sólo lo que nos sobra o no usamos, pero incluso lo que nos sobra o no usamos puede ser de utilidad para otro o cubrirle algunas necesidades- hasta una palabra de consuelo o de ánimo.
A veces puedes colaborar abriendo puertas que otros no ven: informando, acompañando, implicándote en la búsqueda de una ayuda, colaborando en mejorar la autoestima del otro o alentándole, implicándote en una ONG o acompañando ancianos que están sin familia en Hospitales o Residencias.


RESUMIENDO

Es de ley y de justicia, de compañerismo y fraternidad, compartir una parte de las cosas con las que hemos sido beneficiados, bien por nuestro esfuerzo o gracias a los dones con que Dios o la naturaleza nos ha obsequiado.
Otras personas no pueden gozar de lo que nosotros gozamos. Y no me refiero exclusivamente al dinero, ya que dar dinero puede ser una forma de pretender acallar la conciencia: me refiero también a compartir nuestros dones, nuestras habilidades, nuestros conocimientos y experiencias, nuestro tiempo, nuestro amor.
Compartirnos nosotros.


Francisco de Sales


Si le interesa ver los capítulos anteriores están publicados aquí:
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