Yoga - el mundo sin pensar
por Alan Watts
Cuando dejas de pensar, encuentras que estás en un eterno aquí y ahora. OM.
La palabra yoga, como quizá sabéis, es lo mismo que la palabra castellana yugo y la palabra latina jungare (unir). Cuando Jesús dijo: Mi yugo es fácil, también decía: Mi yoga es fácil. El yoga describe un estado que es exactamente el opuesto de lo que nuestros psicólogos llaman enajenación, la sensación de separación, de estar separado del ser.
Muchas personas civilizadas se sienten de hecho enajenadas, debido a que tienen una especie de atención miope enfocada en sus propias fronteras y en lo que se encuentra dentro de esas fronteras. Se identifican con el adentro, sin darse cuenta que no se puede tener un adentro sin un afuera.
Esto puede parecer una lógica extremadamente elemental. No tendríamos la sensación de ser nosotros mismos, de tener una identidad personal, sin el contraste de algo que no es nosotros, sino otro.
Al no darnos cuenta de que el yo y el otro van unidos echamos las raíces de una enorme y terrible ansiedad provocada por la incertidumbre de lo que sucederá cuando desaparezca el adentro.
¿Qué pasará cuando el llamado yo llegue a su fin, como según parece lo hará?
Desde luego, si las cosas no siguieran moviéndose y cambiando, apareciendo y disolviéndose, el universo sería un aburrimiento colosal. Por lo tanto, tan sólo nos percatamos de que las cosas están bien por el momento.
Debemos darnos cuenta de que la sensación de que la vida es bastante aceptable resulta inconcebible e insostenible a menos que (muy en el fondo de nuestra mente) haya el atisbo de la posibilidad de que algo absoluta e inexpresablemente horrible pueda suceder. No tiene que suceder, porque podemos morir antes, pero siempre debe haber la vaga aprensión de que la cosa más terrible puede suceder. Esto le da gusto a la vida.
Estas observaciones están relacionadas con la concepción intelectual del yoga.
Existen ciertas formas principales de yoga con las que la mayoría de la gente está familiarizada. El hatha yoga es un sistema de ejercicios psicofísicos; es el yoga que podemos ver en la televisión debido a que tiene un valor visual.
También existe el bhakti yoga; bhakti significa devoción. Supongo que podríamos decir que el cristianismo es una forma de bhakti yoga, debido a que se practica mediante una extrema reverencia y amor por un ser al que consideramos más o menos fuera de nosotros mismos y que representa lo divino.
También tenemos el karma yoga. Karma significa acción... y, por cierto, eso es todo lo que quiere decir. No significa la ley de causa y efecto.
Cuando decimos que lo que te sucede es tu karma
todo lo que queremos decir es
que el karma son tus propias obras
Nadie, excepto tú, está a cargo del karma.
El karma yoga es el camino de la acción, es utilizar nuestra vida diaria, nuestro oficio, o una disciplina atlética como la vela, el surf o el atletismo como nuestra forma de yoga, nuestra manera de descubrir quiénes somos.
En el raja yoga, el yoga real que a veces recibe el nombre de kundalini yoga, intervienen ciertos ejercicios psíquicos muy complicados relacionados con el despertar del poder de la serpiente que se supone que reside en la base de nuestra columna vertebral espiritual y se eleva a través de ciertos chakras (o centros) hasta llegar al cerebro, (Existe un simbolismo sumamente profundo en todo esto, pero no hablaremos de ello aquí.)
Existen otros yogas y, finalmente, tenemos el mantra yoga. El mantra yoga es la práctica de cantar o murmurar, ya sea en voz alta o en silencio, ciertos sonidos que ayudan a la contemplación, es decir a lo que en sánscrito se denomina dhyana.
El dhyana es el estado en que uno está claramente despierto y consciente del mundo tal como es, en oposición al mundo tal corno lo describimos. En otras palabras, en el estado de dhyana se deja de pensar. Es decir, dejamos de hablar con nosotros mismos y de simbolizar para nosotros mismos lo que sucede.
Simplemente nos damos cuenta de lo que es. Y nadie puede decir lo que es, porque como alguien dijo acertadamente: El mundo verdadero es inefable.
Por cierto, estar sentado perfectamente despierto con los ojos abiertos pero sin pensar es un estado sumamente curioso. Conocí a un profesor de matemáticas de la Universidad del Noroeste que dijo en una ocasión: Sabéis, resulta sorprendente cuántas cosas no son lo que parecen. Se refería a los cuentos de viejas y supersticiones. Pero cuando uno practica dhyana, se queda sorprendido de cuántas cosas no son lo que parecen.
Cuando dejamos de hablar con nosotros mismos y simplemente nos damos cuenta de lo que es, es decir de lo que sentimos, de las sensaciones que tenemos (incluso esto es mucho decir), súbitamente descubrimos que el pasado y el futuro han desaparecido completamente.
Y también desaparece la pretendida diferenciación entre conocedor y conocido, entre sujeto y objeto, entre persona que siente y sensación, entre pensador y pensamiento. Simplemente ya no están ahí, porque para mantener esas cosas tenemos que hablar con nosotros mismos. Son diferenciaciones puramente conceptuales; son ideas, fantasmas, espectros.
Cuando dejamos de pensar, todo eso desaparece y nos encontramos en un eterno aquí y ahora. No existe lugar alguno donde se suponga que debamos estar, no hay nada que tengamos que hacer, ningún lugar al que ir, porque para pensar debemos hacer algo: tenemos que pensar.
Es increíblemente importante no pensar al menos una vez al día, para la propia conservación de la vida intelectual. Si no hacemos otra cosa que pensar, corno nos aconseja la mayoría de los profesores y gurús académicos, no tendremos nada en qué pensar, salvo pensamientos.
Uno puede convertirse fácilmente en una gran biblioteca universitaria, que a menudo es un sitio donde la gente se entierra para escribir libros sobre los libros que hay ahí. Escriben libros sobre libros sobre libros y la biblioteca se hincha como un enorme montón de levadura y eso es todo.
Es un juego muy agradable. Por ejemplo, a mí me gusta meter la nariz en antiguos textos orientales. Es divertido; es como jugar al póquer, al ajedrez o hacer matemática pura. Pero el problema reside en que nos aparta cada vez más de la vida, ya que el pensamiento está hecho de palabras sobre palabras.
Si detenemos temporalmente este proceso y eliminamos los pensamientos de nuestra mente, nos "convertimos nuevamente en niños" y obtenemos una visión directa del mundo, lo que resulta sumamente útil cuando se es adulto.
Cuando eres pequeño no puedes hacer gran cosa, pues todo el mundo te domina. Te levantan y te bajan, y no puedes hacer otra cosa que contemplar. No le puedes decir a nadie cómo es esta contemplación. Pero cuando, en la edad adulta, recuperamos el punto de vista del bebé, llegamos a saber lo que los psicólogos infantiles siempre han querido saber: Lo que siente un bebé.
El bebé, según Freud al menos, tiene experiencias oceánicas; es decir, una sensación de completa inseparabilidad de lo que sucede. El bebé es incapaz de distinguir entre el universo y sus propias acciones en el universo.
Y la mayoría de nosotros, si entráramos en ese estado de consciencia, tenderíamos a sentir mucho miedo y empezaríamos a preguntar quién es responsable. ¿Quién controla lo que sucede después? Lo preguntaríamos porque estamos acostumbrados a la idea de que el proceso de la naturaleza consiste en controladores y controlados, cosas que ejecutan la acción y cosas que la reciben. Esto es pura mitología, como podemos ver al observar el mundo sin pensar, con la mente pura y en silencio.
Existe un camino intelectual para llegar a este tipo de entendimiento; el jnana yoga es la concepción intelectual de este aspecto. A menudo, la gente me dice: Comprendo de manera intelectual lo que usted dice, pero no puedo sentirlo en realidad, no me hago cargo y yo replico: Me pregunto si en realidad lo entiendes intelectualmente, pues en ese caso también lo sentirías.
El intelecto, o lo que yo prefiero llamar inteligencia, no es una especie de compartimiento estanco de la mente, que funciona completamente solo, sin tener ninguna influencia en lo que sucede en las otras esferas de nuestro ser. Todos sabemos que se puede hipnotizar con palabras. Ciertas palabras provocan inmediatamente ciertos sentimientos. Utilizando ciertas palabras es sumamente sencillo cambiar las emociones de las personas. Son hechizos.
El intelecto no es algo separado que se encuentra allá fuera. Pero la palabra intelecto se ha convertido en una especie de golpeteo rítmico, en una palabra que representa el "puerco-espinismo" intelectual del mundo académico. Como dijo un profesor de Harvard cuando Tim Leary hacía experimentos en esa universidad: Ningún conocimiento es académicamente aceptable si no puede expresarse con palabras (Pobre departamento de educación física; pobre facultad de música y bellas artes).