SÉ TU PADRE Y TU MADRE
En mi opinión, las personas que no crecen en un ambiente familiar idóneo, en el que no puedan aprender y bien lo que corresponde aprender a todas las personas, se pueden quedar con carencias de aprendizaje sobre la relación familiar y social, con falta de afectos familiares, con una personalidad tambaleante y una autoestima por los suelos, y sin realizar algunos de los aprendizajes imprescindibles para formar bien a la persona que uno es.
Además de instruirse en los modales y las normas sociales, de estudiar las enseñanzas del colegio y los conocimientos elementales para andar por la vida, cada ser tiene que aprender ciertas cosas de su padre y de su madre. Por ejemplo, el niño debe aprender de su padre a ser hombre, a ser esposo y a ser padre. La niña tiene que aprender de su madre a ser mujer, a ser esposa y a ser madre. Y el ejemplo que ambos padres le muestren a través de la relación que tengan entre ellos, del trato y cuidado hacia el hijo, de valorarle o ignorarle, de demostrarle amor o desatención, le marcará –sin ninguna duda- para el resto de su vida.
Quienes se crían en un hogar donde todo se hace adecuadamente, se evitan un montón de sufrimientos y visitas al psicólogo. A quienes no han tenido esa dicha les puede resultar interesante seguir leyendo.
La ausencia durante la infancia y la pubertad de un padre y una madre que ejerzan como tales –no es suficiente simplemente con que estén presencialmente si no se comportan y actúan como padre y madre- marcará de modo negativo al hijo, porque a esa edad en la que no es capaz de reflexionar adecuadamente irá sacando ideas y conclusiones que pueden estar muy equivocadas y, lo que es peor, si no las actualiza más adelante crecerá convencido de que son correctas y de ese modo afectarán y condicionarán toda su vida.
Así que muchas personas tienen pendiente la tarea de convertirse en su propio padre o madre para aportarse lo que ellos no les aportaron -amor, atención, cuidado, confianza, autoestima-. Tienen la tarea incómoda –a veces- y gratificante –siempre- de reeducarse. De aprender lo no aprendido. De darse lo que no les dieron. De cuidarse como no les cuidaron. De crear esa figura necesaria que no tuvieron.
A las personas les marca -mucho y para mal- tener o haber tenido un “padre ausente” o una “madre tóxica”, y quienes hayan padecido eso conocen sus efectos, aunque hay muchísimas personas que sufren esos efectos sin conocer el origen.
Es muy conveniente averiguar los asuntos personales en los que se nota la influencia dramática de la carencia de unos padres que ejercieran correctamente su papel cuando era necesario, porque es el modo de poder corregirlo. Es el modo de que uno mismo pueda ejercer de padre o madre consigo mismo y reeducarse. Es interesante recordar los sentimientos de la infancia. Curiosamente, en estos casos es más importante el sentimiento que se asoció al hecho vivido que el propio hecho en sí; la idea vale más que la realidad. Por eso es necesario sentir, saber, recordar… porque uno puede darse cuenta y modificar sus propios pensamientos actuales y cambiar lo que se necesite cambiar.
A veces uno puede hacer esta tarea en solitario, aunque vaya lenta, pero siempre es mejor hacerlo con un psicólogo profesional que conoce las pautas y los pasos que hay que dar, y que se atreve a plantear situaciones y preguntas que uno mismo no haría, además de aportar la objetividad que le da ver desde fuera.
Es un buen trabajo que, si se hace honradamente, puede aportar hasta alguna lágrima. Remover recuerdos delicados no es agradable, así que hay acoger todo lo que aparezca y tratarlo con amor y respeto, y hay que revisarlo desde el corazón, y hay que ser amable con uno mismo para poder reconciliarse, y no usar este trabajo para culpabilizarse o reprocharse o sentirse mal. En estos casos –no hay que olvidarlo- uno es la víctima y no el culpable.
Anota todo lo que vaya apareciendo a lo largo de este trabajo. No olvides en ningún instante poner amor y más amor. Ten muy en cuenta que no estarás tratando con el adulto que eres ahora sino con el niño que fuiste. Relájate, ponte cómodo y con silencio, y escucha a aquel niño y sus carencias. Y abrázate mucho y muchas veces.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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