CUANDO TÚ NO ERAS TÚ
En mi opinión, este aparente juego de palabras sin sentido del título encierra una gran realidad.
Me sigo encontrando con cientos de personas que son incapaces de perdonar cosas de su pasado. Incapaces de perdonarse. Incluso que se empeñan expresamente en no perdonarse.
Aclaremos esto primero: hay una diferencia absoluta entre quien eres hoy y quien fuiste en otro momento de tu vida, al punto de poder decir que sois dos personas distintas. Quien eres hoy no es el mismo que eras ayer, y aún menos quien eras hace 10 años o hace 30.
Mantienes el mismo nombre y apellidos desde el primer día, pero no eres la misma persona psicológica, emocional, espiritualmente o físicamente.
Cada instante somos distintos del instante anterior. Cada día vamos cambiando porque vamos aprendiendo y con eso añadimos algo más al que éramos un día antes, o porque encontramos un nuevo átomo de paz, o porque una emoción nueva se añade a nuestro repertorio, y por lo tanto ya no somos EXACTAMENTE el mismo de antes.
Evolucionamos. Los conocimientos que adquirimos, o las experiencias por las que nos hemos visto obligados a pasar, nos hacen que tengamos una mentalidad distinta de la que teníamos hace años; hacen que tengamos una percepción diferente de las cosas, más inteligencia, y un bagaje que nos distingue claramente de aquel que éramos cuando teníamos 10 años, o 20, o 30…
Así que ahora –y espero que empieces a estar de acuerdo conmigo- tienes una preparación y unas capacidades y una visión de las cosas distintas y mejoradas con respecto a tiempos pasados, y tienes unos conocimientos que son el resultado de las decisiones que tomaste, que es algo que no tenías entonces cuando tomaste aquellas de las que ahora te arrepientes y por las que ahora te penalizas castigándote.
Se trata de comprender y aceptar al de entonces, al que hizo lo que hizo porque no tenía conocimientos suficientes para hacerlo de otro modo, o porque no tenía otra elección, o porque pensó que era lo mejor o lo menos perjudicial. Sus razones tendría cuando tomó aquella decisión y no otra.
Lo que no justo, ni es ético, ni es correcto, es juzgar hoy por lo que se hizo entonces, cuando tú, el de entonces, no eras el tú de ahora.
Aquel de entonces daba tumbos, no pisaba con firmeza, no conocía su futuro, tenía una mente limitada y desconocía lo que tú ahora sí conoces.
Por otra parte, mantener una rivalidad enojosa contigo mismo es una de las cosas más absurdas e improductivas del mundo. Sólo te aporta cosas negativas, malestar, una bajada notable de tu autoestima, una sensación generalizada incómoda y frustrante, un estado deplorable en la relación contigo, pesimismo, decepción, desgana de hacer algo más por ti… la relación de desatinos que conlleva la mala relación con uno mismo ocuparía varias páginas.
Así que… si eres una de esas personas que no tienen una buena relación consigo misma, que se acusa de una gama de cosas variadas, que sigue enojada por asuntos del pasado –de cuando tú no eras tú-, te recomiendo una revisión de tu relación contigo.
Te recomiendo un reencuentro, una reconciliación, la firma de un pacto de armonía y colaboración, un abrazo que acoja sin resentimiento ese pasado del que se siente culpable, y un espléndido tratado de paz.
Te invito a que no sigas castigándote, boicoteándote, maltratándote.
Te sugiero que elabores una relación distinta con todos los yoes de tu pasado, con todos aquellos que fuiste en otro momento de tu vida.
Como siempre, tú decides.
Ahora que sí eres tú, y que sabes mucho más que antes, decide bien.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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