APRENDAMOS LO POSITIVO DE LA RECLUSIÓN
En mi opinión, esta situación tan grave que estamos padeciendo todos de algún modo, directa o indirectamente, está haciendo que se asomen nuestras facetas más brillantes… y nuestros miedos más ocultos. También está mostrándose nuestra humanidad y los sentimientos que tenemos de compasión y la empatía y la generosidad…
A quien está padeciendo el virus, o tiene familiares o amigos contagiados, le va a costar un poco más ver con claridad lo que viene a continuación, porque es muy posible que se mantengan aún durante un poco más de tiempo en la incomprensión, en la negación, en la rabia, o posiblemente en algo parecido a una depresión. Demasiados sentimientos mezclados, todos revueltos y todos afectándonos cada uno por su cuenta, pretendiendo imponerse cada uno, y añadiendo su efecto a todos los demás.
Ante la situación que provoca la aparición del coronavirus en nuestra vida, puede y debe aparecer una reflexión acerca de todo lo que está pasando, que es algo que nos está llevando a todos a una revisión acerca de nuestra pequeñez e indefensión, o sobre nuestro desamparo ante un microscópico virus, y eso nos puede encaminar a otras reflexiones, sobre el cambio climático, o sobre cómo han ido desapareciendo las relaciones muy abiertas y cariñosas con mucha gente, o cómo hemos ido dejando de preocuparnos por los demás –aunque situaciones como estas sí demuestran y sacan a la luz nuestra humanidad-, y cómo estamos en un mundo global y un mundo personal en el que uno no se siente plenamente a gusto.
A veces uno tiene conversaciones o pensamientos sinceros y reconoce que “tendrían que cambiar mucho y muchas cosas”, y se da cuenta también de cómo las circunstancias y los otros le han hecho cambiar en algunos aspectos, y reconoce que ha tenido que acallar algunos de los gritos internos que le animaban a participar en un cambio del mundo y de las relaciones entre sus ocupantes.
“El cambio global es la suma de los cambios individuales”, o cualquier otra frase que sea similar a ésta, refleja perfectamente la realidad.
Hay muchas lecciones que deberíamos aprender de esta dolorosa situación que estamos viviendo, y de todo lo ya pasado, y nuestra obligación y responsabilidad es hacerlo y aplicarlo inmediata y firmemente y, además y sobre todo, trasmitirlo a las siguientes generaciones.
Repito: aplicar ya mismo todo lo que podamos aplicar, pero, además y sobre todo, concienciar a las generaciones siguientes para que lo hagan mejor de lo que nosotros lo hemos hecho.
Les vamos a dejar una Tierra maltrecha. Una Tierra a la que le hemos incautado el carbón y el petróleo y los minerales, y a cambio le estamos dando una atmósfera contaminada y difícil de sanar; hemos provocado un cambio climático que le afectará y mucho; le dejamos sus mares y ríos y océanos infectados, y además un lugar donde el hambre impera entre demasiadas personas, conn una desigualdad que debería sernos vergonzante, algunas guerras y demasiados conflictos, verdaderos problemas de convivencia religiosa, unas clases sociales injustas, etc., etc., etc.
Estos días está circulando una reflexión que es una buena evaluación de la situación: “Tal vez estamos empezando a comprender que nadie se salva solo, que las fronteras no existen, que la salud es un derecho universal, que la economía puede esperar, que la vida es frágil, y que protegerla es un deber colectivo”.
Todo lo que hemos hecho tan mal no es como para sentirnos orgullosos. Más bien debería ser el inicio de una parada real para reflexionar sobre cómo estamos administrando el mundo y nuestras vidas, qué estamos haciendo con él y con nosotros, cuántas cosas tenemos que cambiar para remediar este estropicio, y para esto es necesario que el mundo entero colabore en hacer esos cambios, para que podamos retornar al principio, cuando el Ser Humano estaba por delante y por encima de las cosas.
No hemos cuidado la Tierra, este legado que nos dejaron y que se supone que tendríamos que mantener intacto –o mejorado- para todas las generaciones que están por venir y que tendrán que vivir aquí.
Este virus, que nos está obligando a parar, tal vez nos esté diciendo que tenemos que parar. ¿Qué más tiene que pasar para que paremos ya de estropear y comencemos a reparar?, ¿qué otro aviso apocalíptico necesitamos para tomar conciencia de todo lo que he expuesto?
Ojalá seamos capaces de ver lo que este virus nos está poniendo a la vista. Ojalá no sea necesario algo peor para que nos demos cuenta.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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