NO SOY TAN BUENO COMO PAREZCO
En mi opinión, es muy probable que todas las personas tengamos en algún momento de nuestra vida –o en muchos momentos- un pensamiento similar al del título de este artículo y que sintamos un escalofrío al darnos cuenta de ello y reconocerlo.
Vivir esta experiencia es un momento traumático. Generalmente mostramos nuestra mejor cara y escondemos todo aquello que pueda afectar a la buena imagen. Para lograrlo, el ego se empeña en mostrar a toda costa la mejor cara de uno mismo, un modelo ideal que no siempre muestra la realidad que uno oculta a los otros por miedo a ser juzgado, a los reproches, a la exclusión, a que le bajen abruptamente del pedestal en el que uno se ha instalado.
Uno lleva años escuchándose lamentos -que se quedan en la ineficacia de ser sólo lamentos- en los que los reproches se suceden uno tras otro. Además, uno se ha vuelto cruelmente auto-crítico y no se le escapa ni una y no perdona ni una. Uno se ha convertido en un atento cazador que se descubre casi todas las artimañas que usa para mostrar una cara maquillada de bondad mientras tiene un corazón con una oscura trastienda.
Uno se queja, eso sí, pero no pasa de la queja y espera el milagro imposible de despertarse una mañana y encontrar que la honestidad y la dignidad han tomado cartas en el asunto y se ha propuesto firme y definitivamente cambiar todo aquello que necesita ser cambiado.
La realidad es que en esa imagen falsificada que uno presenta a los otros todos los días, hay una parte –mayor o menor- que no es cierta, es una parte que a pesar de ello uno quiere creerse porque le interesa, y colabora propagando ese auto-engaño porque no acepta toda la verdad.
Uno no acepta las partes que se alejan de ese yo ideal que tiene en la cabeza y para ser aprobado por los demás, en muchas ocasiones uno se muestra de un modo que realmente no es, y muestra sus mejores aspectos para ser aceptado.
Así que si uno es absolutamente sincero no tiene más remedio que reconocer que no es tan bueno como parece, que tiene secretos de su personalidad que no quiere que salgan a la luz, no es tan brillante ni tan bien humorado ni tan sincero ni tan afectuoso ni tan inmaculado.
Reconocer esta realidad es un primer paso imprescindible para cualquier persona que tenga un interés sincero en ir mejorando cada día, en ir haciendo realidad ese proyecto de sí mismo que le llevaría a la paz y la satisfacción personal.
No eres tan bueno como pareces, pero puedes llegar a serlo esforzándote para acercarte -o llegar- a esa persona que te gustaría ser porque satisfaría tus expectativas.
Tú tienes –igual que todos- tus secretos, esos fallos que ocultas, los defectos que disimulas, ese carácter que reprimes, esa pequeña maldad encubierta, todos los asuntos confidenciales que ocultas, esas facetas que niegas y de las que reniegas. Eres –igual que todos- humano.
Ser así hoy no nos condena a ser así para siempre. Y esta posibilidad es maravillosa. Propone la oportunidad de afrontar la realidad y corregir los asuntos que no sean de nuestra satisfacción.
Es el modo de llegar, a no sólo parecer sino a ser bueno.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
Si desea recibir a diario las últimas publicaciones, suscríbase aquí:
http://buscandome.es/index.php?page=59
Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo.
(Más artículos en http://buscandome.es/index.php?action=forum)