¿QUIÉN TE HA NOMBRADO A TI JUEZ DE TODO?
En mi opinión, muy a menudo –y en muchas ocasiones sin que nos lo pidan- nos auto-proclamamos jueces de todas las contiendas y personas, y emitimos nuestras opiniones desde un Trono de Sabiduría, a menudo pretendiendo imponer nuestros veredictos y soluciones por encima de todo y de todos, sin respetar al otro, avasallando su vida, creyéndonos en posesión de LA GRAN VERDAD y del CONOCIMIENTO INFINITO E INFALIBLE. Nos creemos Dios.
Nos consideramos peritos en todo, árbitros infalibles, administradores de justicia y conocedores expertos del bien y del mal o de lo malo y lo bueno.
Pretendemos desde nuestra insolencia acusar e imputar, enseñar y corregir, gobernar lo ajeno y hasta castigarlo si nuestro criterio lo ve conveniente.
Parece que no somos conscientes –o que se nos olvida demasiadas veces- de que cada uno es dueño de su destino –y jamás tenemos que imponerle nuestro criterio-, y que su vida es su responsabilidad, y que en muchas ocasiones es mejor no ayudar a quien no pide ayuda, y que algunas personas necesitan hundirse para luego salir a flote –por sus propio medios con lo cual estarán aprendiendo a gobernar su vida-, y que no tenemos ningún derecho a increpar a los otros, ni a corregir cada uno de sus pensamientos o decisiones, ni a entrometernos en su vida como si fuese nuestra obligación y nuestro derecho.
¿QUIÉN NOS HA NOMBRADO JUECES DE TODO?
¿QUIÉN NOS HA NOMBRADO DIRECTORES GENERALES DEL MUNDO?
¿QUIÉN NOS HA NOMBRADO GUÍAS DE TODAS LAS VIDAS?
¿Con qué derecho pretendemos organizar a los otros, criticarlos, imponerles, dirigir sus vidas?
Cuando decimos qué es lo mejor… ¿para quién es lo mejor?, ¿en qué nos basamos para decidir qué es lo mejor?, ¿nos ponemos en la piel del otro realmente?, ¿tenemos en cuenta sus circunstancias personales?, ¿lo entendemos perfectamente todo porque conocemos a fondo la naturaleza de lo que les pasa, el origen y sus motivos?, ¿quiénes somos nosotros para meternos en la vida de los otros?, ¿por qué valoramos o aprobamos o condenamos a los otros en función de que sigan o no NUESTROS criterios?
Cada uno tiene que atender a su vida y no es necesario inmiscuirse en la de los otros… salvo que nos los pidan previamente. Y aún en ese caso… hay que tener muchísimo cuidado con no imponer, muchísimo cuidado con decir eso de “tienes que…”, “haz esto…”, “debes hacer…”. Sí es cierto que a veces podemos detectar una necesidad en alguien que no se atreve a pedir, y ahí sí puede ser necesario intervenir, pero… hay que saber cuándo es real esa necesidad y cuándo es nuestro ego el que quiere lucirse.
Cada uno tiene que tomar sus propias decisiones. Por eso sugiero tener mucho cuidado cuando nos pidan consejo o ayuda y que lo que ofrezcamos no pase de ser solamente una opinión o un punto de vista, lo que uno cree, como uno lo ve. Siempre es mejor que sea el otro quien tome la decisión final libremente. Además, uno no tiene que auto-responsabilizarse de la vida y actos de los otros.
Pretender salvar a los otros puede volverse contra nosotros en cualquier momento. Si les damos a los otros soluciones en vez de sugerencias no les estaremos ayudando a que aprendan y, además, si nos hacen caso y resulta no ser una buena solución la que les damos acabarán responsabilizándonos y culpabilizándonos a nosotros…
No es tan sencillo todo este asunto.
Tal vez conviene revisarlo de nuevo y con una mirada nueva.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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