NO BUSQUES, DÉJATE ENCONTRAR
En mi opinión, el ansia de querer conocer más –pero en muchas ocasiones sólo conocimiento que después no se llevan a la experiencia-, y la creencia de que todo lo que hay que aprender hay que aprenderlo fuera, hacen que nos olvidemos de la que puede ser la verdadera o la mejor fuente a la que podemos acceder: nosotros mismos.
Buscar, buscar, buscar. Parece que esa es la consigna, aunque es una consigna equivocada. Meter más información y llenarse. Meter más palabras, hasta la saciedad, hasta el vómito por empacho. Todo se hace insuficiente y la mente empuja con su ansiedad a buscar más y más. Esto es lo que suele pasar.
Libros, charlas, artículos, conferencias, cursos… todo parece poco.
La mente es insaciable y quiere que todo pase a través de ella y que no cometamos la infidelidad de buscar dentro en vez de fuera. Que no contactemos con nosotros, que es el lugar donde ella no manda.
Por adquirir conocimientos –que son externos y ajenos- renunciamos a la sabiduría -que es propia-. Buscamos, y eso está muy bien, pero lo hacemos en el sitio equivocado. Buscamos muchas veces sin saber lo que estamos buscando.
Sabe hasta el que dice que no sabe. Lo que no sabe es escucharse.
El día que pregunté cómo buscar a Dios –o la parte divina que uno también es- me contestaron que a Dios no hay que buscarle, que hay que dejarse encontrar por él. Fue un golpe muy duro para mi mente que insistía en recorrer los caminos exteriores necesarios para llegar a Él. Así de curioso… pretender buscar fuera lo que está dentro.
“Todo está dentro de ti”, nos dicen. Y suena muy bien. Es una de esas frases impactantes en las que uno quiere creer. Que a uno le interesa creer, porque de ese modo se acabaron las búsquedas desconcertadas y los sufrimientos del preguntador interno. De acuerdo, me lo creo. Todo está dentro de mí, pero… ¿cómo accedo a eso que está dentro de mí? No lo sé. Y se acabó la ilusión. No es tan fácil como parecía. No hay señales en el camino. Mierda.
“Dejarse fluir”, nos dicen. Traducido, es más o menos, que seas tú mismo y que no te opongas. De acuerdo, pero… ¿quién soy yo?, ¿cómo voy a ser yo si no sé quién soy? Y se acabó la ilusión. No es tan fácil como parecía. Mierda.
¿Y qué tal probar un nuevo modo de relacionarse consigo mismo en este camino de búsqueda o reencuentro?, ¿qué tal aguardar sin prisa y con atención?, ¿qué tal escuchar las voces internas, la intuición?, ¿qué tal confiar más en uno mismo? Difícil.
Difícil quiere decir que no es imposible. Es posible con esfuerzo y dedicación.
¿Qué tal pequeñas o grandes incursiones en el mundo de la quietud?, ¿qué tal probar la auto-confianza?,
¿qué tal esperar en silencio y escuchar ese silencio y lo que brote de él?, ¿qué tal dejarse encontrar por la divinidad o por Uno Mismo?,
¿qué tal permitir que la sabiduría propia que se manifieste?,
¿qué tal escuchar las emociones sin juzgarlas?
¿qué tal relajarse y dejar de oponerse a lo que no nos gusta?,
¿qué tal sólo sentirse, sin dejar que la mente intervenga?
Son varias propuestas que cuestan aceptar. Es tu reto.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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