ES MEJOR NO ESTANCARSE EN EL ARREPENTIMIENTO
En mi opinión, arrepentirse y quedarse anclado con el pensamiento en el sufrimiento que ello provoca, o en la rabia, o en la culpa, no es beneficioso para nada; al contrario, es contraproducente ya que impide seguir con el Desarrollo Personal, con el inevitable proceso de caminar hacia adelante.
Todos nos hemos equivocado más de una vez y, además, tenemos derecho a hacerlo.
En muchos casos es la única opción de que disponemos para poder aprender, ya que no estamos cualificados para resolver la mayoría de las cosas que nos van apareciendo a lo largo de la vida.
Hacer algo “mal”, o algo “malo” –que son formas inadecuadas de denominar a los resultados que no coinciden con lo que esperábamos-, es, en muchos casos, la única opción posible debido a la falta de preparación para hacerlo bien.
Si el resultado de la opción o la decisión que tomamos no es el que deseábamos, el paso habitual siguiente es una retahíla de auto-reproches –teniendo que soportar después lo que eso perjudica a la relación con uno mismo y con su Autoestima-, y, además, aguantar bastantes lamentaciones por no haberlo hecho de otro modo o por no haber escogido cualquiera de las otras opciones de las que disponíamos.
Esa actitud no es justa ni es correcta, porque ahora, una vez conocido el resultado, los reproches ni son imprescindibles, ni son justos, ni son éticos.
Y eso es lo malo: que perdemos el tiempo dándole mil vueltas al mismo asunto en vez de decir: “Alto. Está bien. No más quejas. Ya aprendí. En la próxima ocasión similar estaré atento para que no vuelva a pasar lo mismo”.
Perdemos el tiempo y nos cargamos con las penosas consecuencias en vez de acogernos cariñosamente y darnos ánimos, y en vez de reconocer el esfuerzo de la decisión y aplaudirnos por ello.
Si un niño pequeño se cae al intentar iniciarse en el andar no se le reprocha, sino que se le anima para que se levante y vuelva a intentar ponerse de pie y seguir andando.
Hay que sacar provecho incluso de aquello que después se ha demostrado que no hicimos o decidimos del modo adecuado. (Y fíjate que estoy evitando decir “mal” o “malo”).
Es más, lo sucedido aporta una lección, y si no sacamos un conocimiento de ella, habrá sido una experiencia desagradable e inútil. Una experiencia que se repetirá una y otra vez –como un maestro machacón- hasta que se extraiga el aprendizaje que conlleva implícito.
En los arrepentimientos, lo mejor es quedarse un ratito (pero, cuidado, sólo un ratito) en esa desazón que dejan, para que seamos conscientes de cómo nos sienta lo que ha sucedido, y de que no queremos que se repita. Pero, rápidamente, hay que retomar el ánimo elevado y aflorar una sonrisa que fulmine cualquier amargura, reponiéndose inmediatamente.
Arrepentirse, y estancarse en la sensación afligida, es una pérdida de tiempo.
Lo adecuado es sobreponerse de inmediato, mirarse comprensivamente con una sonrisa de complicidad que diga “¡cuánto me queda por aprender!”, y cambiar ese tiempo que pudiera ser amargo por un tiempo de insistir en la esperanza y de adelantar en el aprendizaje.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
(Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias)