RECONCILIARSE CONSIGO MISMO
En mi opinión, hay pocas cosas más paradójicas que tener una mala relación con uno mismo.
Es del todo absurdo tratar de evitar la propia presencia a todas horas, o no atreverse a mirarse fijamente en los espejos, es innecesario insistir en la tortura de los pensamientos auto-agresivos, ser incapaz de reconocer las cosas buenas que cada uno tiene, o no sentirse satisfecho de uno mismo –con el agravante de que uno puede no estar muy satisfecho de una faceta suya, sí, pero, en cambio, lo extiende incluso a las que no debieran estar afectadas-.
Mirándolo desde un punto de vista lógico -incluso desprovisto del amor propio que uno se merece y está obligado a darse-, es incoherente, irrazonable, y un gran sinsentido del que uno es, sin duda, la más sufriente e innecesaria víctima.
Estar enfadado con uno mismo…
¿De verdad que tiene alguna lógica esto?
¿Y alguna utilidad o provecho?
Todos tenemos en nuestro pasado algo de lo que arrepentirnos.
Todos hemos hecho alguna cosa de un modo que ha resultado no ser el apropiado. Todos hemos tomado una decisión que resultó no ser tan adecuada como esperábamos. Todos hemos metido la pata más de una vez. O hemos dicho algo que no debiéramos haber dicho.
Si hurgamos a conciencia y sin necesidad de mirar con microscopio, todos encontraríamos algo que lamentar, sin duda.
¿Y por eso, por algo que ya pertenece al pasado, vamos a estar enojados con nosotros durante este presente y el futuro?
¿Hay alguien que sea capaz de sostener, con un razonamiento contundente, una respuesta positiva a la pregunta anterior?
¿Hay alguien tan obtuso que sea capaz de castigarse, con su indiferencia o con su odio, de un modo tan injusto?
La única persona que ha estado consigo en todos y cada uno de los momentos desde su nacimiento es uno mismo. Y la única persona que va a seguir acompañando en todos los momentos, en todas las situaciones, hasta el final de la vida.
Y sabiendo esto como se sabe, ¿persistiría alguien en esa actitud hostil hacia uno mismo?
Todos hemos tenido algún momento en el pasado en que se ha producido una ruptura en la relación consigo mismo, o, cuanto menos, un distanciamiento, o una frialdad en el trato.
Y es muy conveniente, y necesario, una reconciliación.
Me gusta mucho una de las acepciones de la palabra reconciliar: “Bendecir un lugar sagrado, por haber sido violado”.
Un templo es un lugar sagrado, y uno mismo es su propio templo; el templo donde acoge el espíritu, la divinidad, y la santidad de cada uno.
Corintios 6:19, para los más creyentes: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”
Si ha habido un agravio en el trato y cuidado merecido hacia uno mismo, hacia ese lugar sagrado que somos… ¿Acaso no necesita y merece ser bendecido de nuevo con una reconciliación?
Propongo un acto de introspección, de comprensión de las circunstancias y limitaciones de cada uno, de Amor propio, de reunificación con las partes dispersas, de compromiso para un nuevo modo en el trato y que éste sea predominado por el afecto y la buena voluntad, y a partir de ahí una nueva convivencia, más cariñosa, hasta llegar al final.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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