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En su libro, habla de su primera vez con una cierta ambivalencia. La del potente deseo que siente la joven Sophie y la de la intensa decepción que sigue a un acontecimiento tan esperado. Ahora, años más tarde, ¿qué recuerdo guarda de aquel momento?
“El sexo puede ser una experiencia profundamente violenta para una chica, incluso a pesar del deseo que pueda sentir. Yo tenía 13 años y, sin duda, estaba preparada para flirtear pero no para ir más allá. No sabía que podía decir no, incluso en el último momento, que tenía derecho a asustarme y a dejarlo todo para otra ocasión. Y creo que es algo que ocurre a menudo, muchas jóvenes no saben decir no”, se lamenta Fontanel.
“Se trata, evidentemente, de una experiencia muy personal que depende mucho del carácter de cada uno. Unas chicas escogen a un chico de su edad, igual de tímido y torpe que ellas, y todo sale bien por una simple cuestión de suerte. Para otras, la cosa es un desastre pero no le dan mucha importancia. Y luego están las más sensibles, aquellas para quienes todo va demasiado rápido, que no se sienten bien y que, al final, guardarán un recuerdo determinante para el resto de sus vidas”.
Usted se rebela contra la idea defendida por un médico según la cual “una persona, cuanto más hace el amor, mejor se sentirá en los demás ámbitos de su vida”. ¿Qué representa para usted la sexualidad?
“A menudo nos presentan la sexualidad como un valor supremo de nuestra felicidad, y lo que es más, como un factor de longevidad validado por la ciencia. Existe una especie de exigencia alrededor de la sexualidad que hace de ella una experiencia extraordinaria, de manera que cualquier idea que contradiga esta “supuesta realidad” es tachada de inapropiada y extraña”, prosigue la escritora.
“En un contexto como este, el hecho de confesar mi aburrimiento así como un cierto desinterés por el placer es chocante. Mi libro ha dado que hablar precisamente por eso. Aún a pesar de no ser nada nuevo. En los años 60, Georges Brassens lo decía ya en sus canciones: «El noventa y cinco por ciento de las veces, la mujer se aburre jodiendo…». Me gustaría precisar que no estoy hablando de frigidez. Es simplemente que el placer y el aburrimiento pueden ser compatibles y venir juntos”.
¿Cree usted que son las mujeres las únicas que se aburren?
“No, pero creo que la presión que sufren los hombres es más fuerte. Se sienten obligados a demostrar su virilidad a través de una vida sexual plena. Por otra parte, es cierto que son más activos, razón por la que quizás se aburren menos… Sin embargo, aunque ellos no lo digan, también pueden sentirse presos del desinterés. Y no lo digo por decir, sino que me baso en mensajes y correos electrónicos que he recibido tras la publicación del libro”, argumenta Sophie Fontanel.
¿Qué beneficios podría tener finalmente echar el freno?
“Para empezar, no tener que forzarse cuando no te apetece es, sin lugar a dudas, una gran liberación. Yo, personalmente, he vuelto a encontrar una especie de delicadeza, demasiado amenazada antes. Una especie de felicidad, como un canto interior, y, sobre todo, el poder reapropiarte de tu propio cuerpo, de tu propio ritmo… La disponibilidad, hasta aquí hacia la otra persona, pasa a ser únicamente tuya. La relación con el mundo cambia, te abres a él. Ahora me siento la amante platónica del mundo en lugar de ser la amante no consentida de un hombre. Durante todo este tiempo en que no quería sentirme invadida por nada ni por nadie, he podido abrirme al deseo".
¿Existe entonces una necesidad urgente de redefinir los conceptos de sexualidad y deseo?
“Para mí, explica Fontanel, el deseo se asemeja más a ese momento cargado de intensidad de la película El Piano entre Harvey Keitel y Holy Hunter. O a la escena mítica entre Robert Redford y Meryl Streep en Memorias de África, cuando él le lava el pelo a ella. Una mezcla, sencillamente lírica y exaltante, de sensualidad y de sentimientos a flor de piel, donde el cuerpo ocupa un lugar único”.
“Desde mi punto de vista, el deseo debe buscarse en la dimensión sagrada del cuerpo. Y no hablo de religión sino de tener en cuenta su fragilidad, su pureza… Los primeros meses de «alivio», el simple hecho de sumergirme en un baño relajante me daba la impresión de que alguna deidad se alegraba por mí”, exclama Sophie Fontanel. “Puede que el verdadero placer nazca en ese lugar de felicidad. ¡Gracias a la libertad!”.
C. Maillard
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