Además de sus beneficios terapéuticos y sociales, los huertos urbanos ayudan a recuperar zonas verdes y a mitigar la acumulación del calor en las ciudades
Espacios verdes y ecológicos plantados entre rascacielos, fábricas y polígonos industriales, los huertos urbanos representan dentro de los núcleos urbanos una vía de contacto con la naturaleza, al mismo tiempo que aportan beneficios educacionales, sociales, ambientales, terapéuticos y, en algunos casos, económicos. No es necesario para su creación y desarrollo disponer de grandes extensiones de terreno; se puede utilizar un solar que está en desuso, las azoteas de los edificios o los balcones y terrazas de la propia vivienda.
Condiciones mínimas
Cada vez un mayor número de ciudades españolas apuestan por la creación de huertos urbanos. La pionera fue Barcelona, que en 1996 puso en marcha la primera red de huertos urbanos regulados, que establece como única condición para convertirse en uno de sus usuarios ser mayor de 65 años y vivir en el distrito donde se halla el huerto. Otras ciudades han tomado como modelo el reglamento de esa primera red y han desarrollado proyectos similares. Hace apenas unos meses, arrancaban los primeros 30 huertos urbanos sostenibles de Santander, dirigidos también a jubilados. El pasado enero, el Ayuntamiento de las Palmas de Gran Canaria presentaba su proyecto de huertos urbanos, mientras que el de Albacete anunciaba la creación de una treintena de ellos. Pero esta iniciativa no se destina en exclusiva a los jubilados; muchas escuelas han comenzado a implantar estos huertos promovidos por asociaciones de padres de alumnos.
El acceso a los huertos urbanos se realiza por sorteo, previa inscripción de los interesados en una lista de espera. Los afortunados tienen derecho a cultivar en la parcela que se le ha asignado durante un período determinado de años siempre que se comprometan a cumplir una serie de normas. Por ejemplo, cada titular debe hacer frente de los gastos de sus propias semillas y plantas y, en algunos huertos, también pagan una parte del agua de riego. Se comprometen a destinar su cosecha al autoconsumo, a no instalar ni casetas, ni porches, ni jaulas para animales en el huerto y a respetar las parcelas vecinas. A cambio, disponen de las herramientas que les facilita la propia entidad que promueve el huerto y de la orientación técnica de sus responsables.
La filosofía que rige el funcionamiento de los huertos urbanos es la de la agricultura ecológica planteada como una actividad lúdico-educativa en la que el objetivo no es conseguir la mejor cosecha, sino conocer la naturaleza y practicar una agricultura respetuosa desde el punto de vista ambiental.
También en los balcones
El espacio reducido de las ciudades para acoger huertos ha contribuido a que los balcones y las azoteas de las viviendas se conviertan en lugares idóneos para su desarrollo. Y aunque se aprecian grandes diferencias entre unos y otros, estos espacios contribuyen a mitigar el efecto isla de calor urbano.
En 2001, Tokio aprobó una norma que exigía que los nuevos edificios privados con una cubierta de más de mil metros cuadrados cubrieran, al menos, el 20% de su superficie con huertos. Alemania cuenta con más de trece millones de metros cuadrados de azoteas verdes y otros países donde se promueve este tipo de huertos son Gran Bretaña, Hungría, Holanda, Suecia y Estados Unidos. Más cerca, en Barcelona, la concejalía de Medio Ambiente lanzó con la fundación Terra una campaña para crear huertos en balcones y terrazas, así como cursos de horticultura en diferentes centros cívicos de la ciudad.
Respecto a los cuidados que precisan estos huertos, algunos expertos aseguran que es más difícil mantener un huerto en el balcón que en la tierra. La exposición al viento es mayor y es necesario estar muy pendiente de las necesidades hídricas de las plantas. En el suelo, las raíces de las plantas encuentran recursos para lograr nutrientes, sin embargo, en una bandeja o una maceta las raíces no pueden llegar muy lejos, por lo que es importante garantizar que la tierra esté nutrida.
Ante estos posibles inconvenientes se recomienda que el lugar seleccionado para sembrar las plantas cuente al menos con cinco horas de sol diarias, que esté protegido del viento y que se vigile a menudo la humedad de las plantas, ya que en un recipiente pequeño es más fácil que la tierra se seque.
Beneficios sociales y educación ambiental
Son muchos los expertos que coinciden en subrayar los beneficios terapéuticos y sociales de la horticultura. Por esta razón, en numerosos huertos se dispone de parcelas reservadas para pacientes neurológicos o con algún tipo de discapacidad, y para jóvenes y adultos en riesgo de exclusión social. Además, en el caso de los jubilados, los cuidados en el huerto les proporcionan la satisfacción de sentirse y ayudan a evitar depresiones.
Pero las bondades de estos espacios ecológicos urbanos no finalizan aquí. Los huertos son una forma de educación ambiental y nutricional. De ahí que los ayuntamientos concierten cada año un mayor número de visitas con diferentes colegios de la para que los alumnos disfruten de la oportunidad de observar cómo se cultiva una lechuga. Por otro lado, el hecho de fomentar el cultivo para el autoconsumo, aunque sólo se trate de un par de hortalizas al mes, aporta una nueva perspectiva sobre la seguridad de los alimentos, el uso de productos químicos y el cuidado de la tierra.
Por otro lado, esta actividad fomenta la conciencia del reciclaje de los residuos (el abono que se usa se elabora con los residuos orgánicos), de la conservación de los espacios comunes y la convivencia. Al fin y al cabo, entre todos los usuarios deben mantener cuidado el huerto, respetar las instalaciones comunes y compartir las salidas de agua.
CÓMO CONSTRUIR UN HUERTO EN EL BALCÓN DE CASA
Elegir un lugar que reciba entre cinco y seis horas de sol diarias. Según la orientación, esas horas de sol pueden variar a lo largo del año, lo que determinará el tipo de plantas y hortalizas a cultivar.
Evitar las zonas con viento o instalar algún tipo de protección para el buen mantenimiento de las plantas (redes, vallas protectoras...).
Disponer de una toma o depósito de agua cerca para regar.
Realizar algún curso de horticultura. Las tiendas de venta de semillas y muchas páginas web son buenos lugares para iniciarse en esta actividad.
Comenzar por plantar los vegetales propios de la época: rábanos o lechugas, que se cosechan en poco tiempo, o el mastuerzo (similar al berro), cuyas semillas germinan muy rápido y necesitan poco sol.
Controlar las plagas. Aunque estos pequeños huertos son más controlables, no están a salvo de insectos. Hay plantas que pueden ayudar a su exterminio; la capuchina repele el pulgón y las plantas aromáticas como la lavanda, el tomillo o la salvia ayudan a que hongos, arañas y pulgones no aparezcan.
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