Cada quien ve lo que quiere ver
No hay peor ciego que el que no quiere ver. Algunos ni siquiera usan gafas.
Nubes con formas curiosas vemos a diario en el cielo. Nuestra lente capta toda una variedad de imágenes, algunas de ellas más extrañas de lo común.
La verdad es que mirar el cielo es uno de los espectáculos más maravillosos que existen. Puede ser muy saludable si buscamos en él al vuelo de las aves, la puesta del Sol, las estrellas, los encuentros con las montañas, las mismas formas de las nubes, en fin…
Dicen los expertos que el observar el cielo hace que nuestra mirada sea más sublime. ¿Por qué? Porque de inmediato se destronan nuestras perspectivas ‘cabizbajas’ hacia el suelo que, por lo general, siempre son signos de depresiones.
Al menos deberíamos mirar las nubes una vez por semana, ya que con este sencillo acto volamos con nuestra imaginación y nos relajamos.
Sin embargo, cuando contemplamos el cielo también podremos ver lo que queramos ver. En ese orden de ideas, hay que aprender a observar.
Ojo: antes de que siga leyendo este texto, tenga presente que la nubes tienen determinadas ‘formas’, sólo porque el viento las moldea así; es la imaginación humana la que al final las interpreta.
Mejor dicho: esta no es una página esotérica. ¡Todo lo contrario! es una invitación a reflexionar sobre lo que usted realmente quiere ver en su vida.
En el caso de las nubes alguien podría decir que son lluvias que marchan como ‘ovejas trasquiladas’ rumbo a sus destinos, y que muchas de ellas llegan enojadas, provocando tempestades.
Otras nubes, al final, descenderán convertidas en pequeños rocíos que se precipitarán en un abrir y cerrar de ojos.
En general, todas las nubes se elevan y agrupan con relativo furor, regalándonos las más diversas imágenes.
Y para bien o para mal, siempre nos quedará la tranquilidad de que una vez nos bañen con sus aguas, por muy fuerte que sean sus borrascas, al poco tiempo aparecerá el Sol.
Al igual que las nubes y sus extrañas formas de aparición, los problemas arrecian de distintas maneras en nuestras vidas.
Cuando las dificultades aparecen, sentimos que el firmamento entero se nos derrumba en un solo rayo. Es como si un inmenso techo de hierro nos aplastara.
La clave, por supuesto, no está sólo en soportar la tempestad, sino en la forma como podamos capotear los problemas de la mejor manera posible.
Los que han superado las más duras pruebas, esos que llamamos optimistas, sostienen que las cosas difíciles son las más satisfactorias a la hora de enfrentarlas. Esas personas ven en las nubes, antes que avisos de lluvia, oportunidades para salir adelante.
Las nubes que oscurecen nuestro mundo, casi siempre son efímeras. Son como disgustos pasajeros que, con un poco de viento y lluvia, se convierten en ‘bálsamos’ que forman nuestra personalidad.
Última reflexión: todos en algún momento nos encontramos con situaciones que creemos no saber resolver. Si eso nos ocurre hoy, debemos tener presente que no todo es gris y que cuando menos lo esperemos, la vida adquirirá la tonalidad precisa que nos permitirá continuar.
Para reflexionar
Hay muchas cosas que los hombres pueden aprender de los pájaros cada vez que los ven volar. Una de ellas es que jamás uno estorba al otro; todos emprenden el vuelo en compañía.
La oscuridad
La noche hace desaparecer muchos defectos e imperfecciones. La oscuridad es la ‘alcahueta’ de las feas costumbres que los hombres adquirimos. Tenga cuidado de refugiarse en las tinieblas, ya que ante los ojos de Dios todo es transparente.
El brillo
Una ciudad no se ilumina a base de relámpagos que impresionan y asustan, sino con pequeños bombillos que se desgastan iluminando a otros.
¡Así es la vida! no son los que brillan e impresionan los que mayor bien hacen, sino los que se desgastan de una manera callada, día tras día, para ser útiles a los demás. ¿Qué tanto brilla o ilumina usted?
Bello cnsejo
Alguien que sea corto de vista no verá el loro que está en la rama del árbol, por mucho que usted lo señale. En el mejor de los casos, sólo verá a su dedo.
Alguien así, primero deberá aclarar su propia visión y aprender a ver en lugar de mirar; pues sólo así percibirá al loro.
Además, ha de tener la voluntad de ver.
En conclusión: para llegar al autoconocimiento se necesitan dos:
la claridad y el deseo de ver.