LO QUE NO HAY QUE HACER TRAS UNA DECEPCIÓN.
En mi opinión, si al acabar una situación o una relación que no han sido satisfactorias no te deshaces de todos los sentimientos negativos que eso te hayan generado, como la ira o el odio o la amargura, no acabarás ni nunca ni bien con esa situación o esa relación porque todos esos sentimientos negativos e inútiles producidos te mantendrán amarrado a ella.
El odio, la rabia, la malquerencia, o la frustración, van a ocupar en ti el espacio que podrían ocupar la esperanza, la ilusión, o las ganas de deshacerse de esa parte ingrata del pasado.
Odiar requiere un esfuerzo extraordinario y es un enfrentamiento directo al bienestar propio. Al odiar estamos avivando resentimientos, furias, desilusiones, y todo eso lo convertimos en energía negativa manteniéndolo vivo en el corazón, que se contamina con ese veneno. El odio saca a la luz nuestra parte vengativa, malvada y desequilibrada. Darse permiso para odiar es darse permiso para usar nuestra parte perversa.
Al acabar una situación dolorosa estará bien entretenerse en revisar lo que ha ido ocurriendo y cómo se ha llegado hasta ese final, pero no estará bien estancarse en ninguna de las partes. Como siempre: hay que estar en ellas el tiempo justo, aprender lo que haya que aprender… y dejarlas partir hacia su destrucción en el olvido.
Esto mismo es aplicable también a cualquier sufrimiento originado en el pasado que uno no deja diluirse en el olvido, sino que alimenta a diario con auto-reproches, manteniendo abierta la herida del arrepentimiento en vez de dejar que la comprensión y la generosidad se encarguen de sepultar para siempre aquella parte ingrata que no tiene derecho a la permanencia infinita.
Al pasado hay que dejarlo en el pasado, que es el sitio donde tiene que estar. Esto es muy elemental pero es necesario comprenderlo perfectamente y respetarlo así. Tenemos la memoria para poder disfrutar de los recuerdos hermosos, para poder traerlos al presente y luego dejar que retornen a su sitio. Eso nos provoca sentimientos placenteros, maravillosos. Hacer lo mismo con los recuerdos dolorosos es de tontos masoquistas.
Tras un hecho decepcionante, amargo, lastimoso, lo mejor es alejarse y no hacerse daño. Me encanta la palabra preservar: Proteger, resguardar anticipadamente a alguien o algo, de algún daño o peligro. Preservarse: ponerse a salvo. Preservarme: ponerme a salvo.
Antes se decía “la letra con sangre entra”, dando a entender que esa era la forma de aprender: con sufrimiento. El aprendizaje no necesita sangre porque el amor puede hacer la misma función perfectamente. “La letra con amor entra” también es válido.
No podemos controlar todo lo que nos sucede, no podemos tomar siempre las mejores decisiones, no dependen de nosotros las circunstancias que se presentan, pero… SIEMPRE tenemos la opción de elegir nuestra actitud y nuestra respuesta ante lo que nos sucede. Ahí se demuestra quién es sabio y quién se deja arrastrar por los impulsos. Piensa en el concepto que tienes de alguien que es sabio, admirable, un modelo del que aprender, y verás que el odio, los auto-reproches y los castigos no están entre sus comportamientos.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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