¿CUÁNTO DOLOR HAS CAUSADO A LOS OTROS?
En mi opinión, cuando somos conscientes de haber hecho daño a otro, aunque no haya sido intencionadamente, la conciencia nos obliga a pasar por un autocontrol que afrontamos en muchas ocasiones en un momento inadecuado, ya que lo hacemos en ese momento en el que estamos claramente enojados con nosotros mismos, en el que sólo nos estamos viendo en ese aspecto poco agradable, y en el que no están presentes la capacidad de comprensión, la aceptación y el perdón que tan imprescindibles son.
Es un tema espinoso. Pensar en el dolor que hemos causado, y en las personas que se han visto afectadas por ello, implica afrontar la culpa, que no siempre es por haber hecho algo doloroso sino que puede ser también por no haber hecho algo o por no haber hecho otra cosa distinta de la que se hizo. El reconocimiento de la culpa nunca es agradable.
Hiere, y mucho, remover el dolor, confesar los errores, reabrir las heridas, rescatar del olvido las cosas ingratas que habían conseguido llegar hasta allí y de las cuales nos creíamos ya a salvo… es un sufrimiento que uno no puede espantar fácilmente ni enviar al olvido sin más.
Reconocer el dolor que hayamos causado es el mejor medio para tomar conciencia de nuestra Humanidad, o sea de nuestra capacidad de cometer un error y otro y otro más. Y hacer esto no nos ha de llevar a la desesperación y el descrédito sino que nos ha de aportar una cantidad ilimitada de Amor Propio que se haga cargo de nosotros en ese momento.
El arrepentimiento es la conclusión a la que llega la conciencia cuando siente remordimiento, cuando se da cuenta de que sus actuaciones no concuerdan con los nobles propósitos de uno. Si duele el dolor causado es una señal de honestidad, de tener el Alma viva. Es un paso más en el Proceso de Aprendizaje.
Sí, hemos causado dolor y muy posiblemente lo volveremos a causar en el futuro. Podemos hacerlo sin intención de perjudicar, porque a veces nos vemos en situaciones que no sabemos manejar bien y tomamos decisiones que no son las más afortunadas. Y así ocurre en la vida. Hay que aceptar que eso forma parte de esto que se llama vivir.
¿QUÉ HAGO CON MI DOLOR POR EL DOLOR CAUSADO?
Se dice que después de causar o vivir un gran dolor incluso los pobres de espíritu se vuelven más inteligentes. Si uno siente dolor por el dolor causado eso hará que sienta misericordia por sí mismo, que sienta empatía con el otro, que tenga una conversación con su propia conciencia y que de ese diálogo salga sellado un compromiso de prestar más atención a la vida y al prójimo para que se le vuelva a causar dolor.
Con respecto a lo ocurrido… pues si se puede reparar, se repara. Si se le pueden ofrecer disculpas al afectado, se hace. Si se puede compensar de algún modo, se compensa. Y esto se hace tanto por el otro como por uno mismo.
Si no se puede solucionar… pues no se puede hacer otra cosa. Que la lección que uno aprende por ello compense de algún modo el perjuicio causado.
Queda el siguiente paso: aceptar lo hecho y perdonarse uno mismo. No seguir martirizándose, no maltratarse, no quedarse triste y afectado sino salir adelante. Ya es suficiente auto-castigo que la conciencia le juzgue a uno y no le absuelva fácilmente. Por eso es uno mismo quien tiene que concederse el perdón. Se dice, con razón, que “seguir cargando con la culpa es torturarse sin necesidad”. Recuerda que sentirte culpable no cambia el pasado.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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