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 AUTOESTIMA - PRESENTACIÓN

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AutorMensaje
Francisco de Sales




Cantidad de envíos : 1141
Fecha de inscripción : 28/06/2016

AUTOESTIMA - PRESENTACIÓN Empty
MensajeTema: AUTOESTIMA - PRESENTACIÓN   AUTOESTIMA - PRESENTACIÓN Icon_minitimeLun 06 Sep 2021, 9:31 am

AUTOESTIMA - PRESENTACIÓN


La Autoestima es el concepto que uno tiene de sí mismo y de su valía. Incluye, también, el respeto que uno se ofrece, y la capacidad de aceptarse.

Es una actitud mental, una forma de sentir y sentirse, que no siempre coincide con la realidad objetiva. Se basa en nuestra auto-percepción, o sea, la sensación que cada uno tiene de sí mismo y contribuye decisivamente a evaluar la propia Autoestima.

En la medida en que nos sentimos queridos, valorados o aceptados por los otros y por nosotros, establecemos inconscientemente que sea alta o baja, positiva o negativa, sana o perjudicial, correcta o inadecuada.

Quien disfruta de una Autoestima equilibrada, se sienten bien y a gusto consigo, es capaz de apreciar su valía, y se siente satisfecho con sus logros, sus facultades y habilidades. Los que tienen una Autoestima baja creen que no van a agradar a nadie, que los otros no les aceptarán, o que no son adecuados para nada: no tienen Amor Propio.

Habitualmente la Autoestima se divide en alta, que son quienes se aceptan como son –o se valoran por encima de lo justo-, y baja, que son aquellos que no se aceptan y son perjudicados por esa situación. Esta división no es correcta porque la “alta” puede llevar al orgullo, el engreimiento, la pedantería, la chulería, y el egocentrismo o egolatrismo. Sería más correcto dividirla en equilibrada o adecuada y baja.

La medida de la propia Autoestima suele ser errónea por varios motivos: porque tendemos a utilizar una vara de medir injusta cuando se trata de evaluarnos –y esta injusticia es producto, precisamente, de la falta de Autoestima-, y porque la Autoestima -y este es un parámetro erróneo-, que sentimos no es por lo que somos, sino por el concepto que tenemos de lo que somos y el valor que nos damos.

Así resulta que uno no se evalúa por lo que es –objetivamente-, sino por lo que cree que es –erróneamente-. Y si padece una Autoestima baja el concepto que tiene de sí no es acertado en todas las ocasiones –en realidad en casi ninguna de las ocasiones-, sino que se basa generalmente en lo que decían los padres o educadores de uno cuando era pequeño, en lo que uno mismo ha manifestado acerca de sí injusta y exageradamente cuando se ha equivocado en alguna ocasión, en las autocríticas torcidas y despiadadas, o en lo que se ha opinado en esos momentos en que uno se ha acusado y castigado sin razón o excesivamente. Sin duda, cualquier persona imparcial tiene mejor concepto de la persona que tiene la Autoestima baja que la propia persona.

La parte buena es que ese concepto, o ese sentimiento, se pueden modificar, con lo que la Autoestima puede retomar su estado apropiado.

Está asentada sobre todos los pensamientos, sentimientos, impresiones, y experiencias que acerca de nosotros mismos hemos ido acumulando e interiorizando a lo largo de nuestra vida.

Todos tenemos en el inconsciente una imagen o idea que hemos creado, y refleja la idea concebida de quiénes somos como personas y cómo nos sentimos de valiosos con respecto a otros. No siempre se corresponde con la realidad, pero en cambio la utilizamos como referencia para compararnos con los otros –sin reparar en que los demás no son tan perfectos como imaginamos, ni están libres de nuestras mismas inseguridades- y es nuestro fundamento para tomar decisiones o vivir lo diario.

En la infancia es cuando comenzamos a crear nuestra Autoestima, y dado que a esa edad no tenemos la suficiente imparcialidad para una correcta auto-valoración, ni hemos vivido las experiencias que son necesarias para tener un concepto global justo y equilibrado de la propia valía, es cuando tomamos como referencia las ideas que los otros, los educadores y el entorno, nos dan de nosotros.

Como, además, tampoco tenemos la facultad del discernimiento, ni tenemos la habilidad intelectual para analizarnos y valorarnos, comenzamos a andar por la vida con un concepto de nuestra valía que es prestado: lo que los demás opinan de los aspectos nuestros que conocen, o creen conocer, y son los de un niño o niña de 5 o 6 años, con sus torpezas correspondientes y su clara inexperiencia.

Por ejemplo, si a esa edad se nos cae un plato al suelo, y por eso nos dicen que somos torpes, entonces nos creemos que somos torpes y nos podemos pasar el resto de la vida actuando como torpes, convencidos de que lo somos, sin pararnos a pensar que “éramos” torpes en aquel momento que sucedió –no que lo seguimos siendo- y que esa “torpeza” se refiere a esa edad y a aquella circunstancia, y solamente si se compara con un adulto, puesto que en comparación con otro cualquiera de la misma edad seríamos iguales pero no de torpes, sino de faltos de habilidad y experiencia. Como uno cree que es torpe, eso le hace sentirse mal frente a los que comprueba que no son torpes –pero los otros eran adultos y uno era un niño, y eso no se tengo en cuenta- Se acepta ser torpe y no se hace nada por demostrarse lo contrario y solucionar el problema. “¡Qué se le va a hacer, soy así!” resume el pensamiento de lo que se siente.

Más adelante, si no nos paramos a verificar las opiniones y juicios que los demás dictaminan, y si estos son desfavorables, va menguando la valía de nuestro propio autoconcepto y se resiente claramente la Autoestima por esa minusvaloración.

Y si, además, en el caso de que los otros tengan razón con sus comentarios, no nos ocupamos de corregir esa actitud o condición perjudicial o negativa, para mejorarla y evitar que siga desfavoreciéndonos, sino que la asumimos como una desgracia inevitable o una parte irremediable de nuestra personalidad, estamos contribuyendo con nuestra desidia a la progresiva depreciación de nuestra Autoestima.

Si, por otra parte, no nos ocupamos de “colgarnos medallas” por las cosas que sí nos gustan de nosotros y que sí hacemos bien, no se recuperará el saldo negativo con el que estamos contando. Las personas cometemos fallos, pero también tenemos cualidades.

Según cómo esté tasada nuestra Autoestima, será responsable de los posibles fracasos o de los éxitos ya que están ligados de un modo indisoluble.

Si es adecuada, porque el autoconcepto es positivo, fomentará la aptitud que disponemos para desarrollar las habilidades e incrementará el nivel de seguridad personal.

Si es negativa, dejará un sentimiento de fracaso general en la vida y hasta afectará a la salud mental y física.

Antes de comenzar a reconstruir la Autoestima es conveniente saber cómo se encuentra en este momento, así que al final del capítulo propongo una serie de preguntas y sugerencias.

Sugiero tomarlo con tiempo, sin prisas, sin pretender resolverlo todo ahora mismo, deprisa y sólo desde el intelecto. Conviene que el corazón, que es quien puede proveer del amor que se va a necesitar, esté presente en todo momento. Y que el corazón y el intelecto sean aliados en esta tarea, porque ambos pueden llegar a sentirse mutuamente boicoteados por el otro, así que es bueno que trabajen juntos y en la misma dirección; que uno se dé cuenta de lo que no comprende el otro y se lo explique con cariño y, preferiblemente, en el idioma de su compañero, y que se traten con mucho afecto, con mucho respeto, conscientes del paso gigante y decisivo que pueden dar si colaboran mutuamente en el mismo objetivo, que es el Desarrollo Personal y una Autoestima correcta y saludable.

La personalidad está en la base de la forma de ser. Es útil conocerla lo mejor posible. Para ello hay que preguntarse, observarse, descubrirse… es necesario conocerla para aceptarla. Conviene aceptar la personalidad o el carácter actual de uno aunque no le guste en absoluto, aunque siempre haya tratado de negarlo, aunque reniegue de él, aunque no se parezca a lo que uno quisiera, aunque a uno no le guste nada cómo está siendo, aunque uno esté disconforme con todo lo que tenga que ver con uno mismo, aunque uno no se sienta satisfecho con lo que en este momento cree que es.

En un primer momento, y esto es absolutamente imprescindible, y para mejorar después la personalidad, hay que hacer un acto de reconocimiento de la realidad actual. Es imprescindible este enfrentamiento con la realidad para darse cuenta, de un modo innegable, de qué es lo que falla, qué necesita ser modificado, qué cambiar, qué promover y qué eliminar.

Este paso es duro porque puede ser que uno se encuentre con que está peor de lo que imaginaba, y esto puede ser un poco deprimente y hundirle a uno un poco más.

Si un constructor antes de hacer una casa no verifica cuál es el estado real del terreno sobre el que va a edificar, y se conforma con lo que aparenta por no ponerse a profundizar un poco porque quizás no le guste lo que va a encontrar bajo el suelo, corre el riesgo de que después la base no sea tan sólida como aparentaba y todo el edificio que se ha construido caiga. Por eso es imprescindible la verdad.

El auto-engaño, y la falta de Amor Propio, son los peores enemigos en el proceso de Autoconocimiento. Siempre se ha dicho que nunca se debe mentir ni al médico ni al mecánico. Ni a uno mismo, añado yo. Si uno necesita mejorar su Autoestima es porque está a disgusto con su realidad, con su presente.

Si uno tiene su Autoestima en el punto correcto de equilibrio no necesita iniciar este proceso, así que doy por supuesto que todos los que siguen leyendo a partir de este punto tienen en común el desacuerdo con su situación personal actual, o con su relación consigo mismo.

Uno puede ser honrado y sincero consigo mismo, hacerse las preguntas difíciles, las duras y dolientes, puede darse las respuestas correctas, las que le llevan al Sí Mismo, y si esas respuestas no son satisfactorias eso conllevará, inevitablemente, una bajada de la poca Autoestima de que disponga, y… ¿y qué?, ¿qué pasa después?

“Me he quedado peor que antes, y ahora… ¿qué hago? Estoy pensando que no me tenía que haber metido en esto, que ya me había acostumbrado a cómo estaba y ahora estoy peor. Me acuerdo una y otra vez de ese refrán que dice “más vale malo conocido que bueno por conocer”, y creo que tiene razón. Al responderme a las preguntas, que ahora me arrepiento de haberme hecho, han salido a la luz cosas desagradables que estaban mejor cuando estaban enterradas...” Esta puede ser la reflexión de la mayoría de las personas que inician el Camino del Autoconocimiento.

Y tienen una parte de razón. Uno de los errores grandes y graves de los seres humanos -más acusado aún en las mujeres- es la capacidad aprendida de aceptación sin queja ante casi cualquier cosa, la tolerancia ante las situaciones que producen dolor, y la resignación ante lo que suceda, desaprovechando la capacidad de oposición y la decisión de eliminar todo aquello que desagrade o provoque infelicidad; parece que se olvida el reconocimiento del derecho a no aceptar lo que no parece aceptable.

Es casi increíble, pero a lo largo de mi relación con tantas personas y sus problemáticas he comprobado que el ser humano tiene cierta tendencia a aguantar y aguantar y aguantar, a soportar lo que sea, casi a justificar lo que sea, hasta casi la humillación, y he comprobado que esa resignación hace que se soporten cosas insoportables y que, a veces, para salir ya irremediablemente de esa auto-humillación, es necesario que la persona toque fondo, llegue a la mayor zozobra, al desastre total, para, por fin, reconocer que es inadmisible la situación y comenzar el camino de reflotamiento.

En la mayoría de las ocasiones falla ese resorte interior, esa especie de defensor de la dignidad personal que nos evitaría tener que llegar a vernos en nuestra peor situación. Y es por falta de amor hacia sí mismo, porque uno no se considera digno de que le sucedan las cosas buenas y sí las malas, por lo que uno soporta hasta lo que es innecesario tolerar, y por lo que uno se permite seguir hundiéndose en vez de luchar por su propio bien.

Por eso, conviene revisar diferentes aspectos para descubrir cómo es la relación con uno mismo, cuál el nivel de amor y comprensión, dónde se tiene la dignidad y cuánto se la respeta, si uno se considera merecedor de las cosas buenas, etc.

La fuerza del inconsciente radica, precisamente, en que no somos conscientes de él; en que actúa desde la impunidad y sin nuestro control. Viene, clava la espada, y se va.

La Autoestima permanece en el inconsciente y desde allí, cuando es baja o inadecuada y sin que nos demos cuenta, condiciona nuestras acciones y, lo que es más grave aún, nuestras reacciones. La acción es un acto consciente, meditado y libre, que se adecúa al momento y la circunstancia, mientras que la reacción es un acto impulsivo, automático, repetitivo e inconsciente. En el primer caso, es uno quien decide. En el segundo caso, “algo” –y no sabemos con qué influencias y con qué criterios, y si estos son propios o ajenos, y si están actualizados o son los mismos de cuando éramos niños-, decide por uno. Lo del segundo caso, que leído en este momento y razonándolo parece inconcebible e inadmisible, lo hacemos cientos de veces sin pararnos a preguntarnos por qué lo hacemos, cuándo hemos decidido que eso lo queremos hacer así siempre, o cuándo vamos a comenzar a decidir en vez de reaccionar.

Por eso de que actuamos desde el inconsciente, y desde la reacción, aquello malo que pensamos en una ocasión de nosotros mismos –muy posiblemente de un modo parcial negativo, injusto, y equivocado- nos sigue condicionando.

Se ve más claro con el ejemplo anterior: porque una vez, cuando teníamos cinco años, se nos cayó un plato al suelo seguimos pensando que somos torpes, inútiles, ineptos, desatentos, distraídos, despreocupados, destructores, catastróficos, inexpertos, poco hábiles, alguien en quien no se puede confiar… y si, además, alguno de nuestros progenitores nos riñó, pensamos que somos indignos de amor, seres despreciables que hacen enojar y sufrir a sus padres, seres despreciables de quienes sus padres no se sienten orgullosos sino avergonzados… ¡y todo esto sólo porque una vez se nos cayó un plato!

Si no lo revisamos, si no somos conscientes de que aquello ocurrió una vez y en unas circunstancias que no tienen que ver con las actuales, y si no lo comprendemos así no cambiaremos esa idea que mantenemos incrustada y nos regirá injustamente durante el resto de nuestras vidas.

Aquello que sucedió, o que pensamos, o que nos dijeron en un momento dado, sigue actuando desde el inconsciente, nos sigue afectando y no nos damos cuenta de ello. Creemos, erróneamente, que si “surge” de nosotros, es que somos nosotros; que si el pensamiento surge de nuestro interior es porque lo hemos pensado nosotros, y no es cierto.

El inconsciente te pertenece, pero no te representa. Está en ti, pero no es “tú”. Por ello es imprescindible, que te observes, te conozcas, y te des cuenta.


SUGERENCIAS

- Haz una lista con tus cosas buenas y las que haces bien. Sé honesto y reconócelas y admítelas, porque sin duda las tienes. Te servirá para darte ánimos y comprobar que NO TODO en ti es malo.
- Haz una lista con las cosas tuyas que no te parezcan buenas o que se pueden mejorar. Sé objetivo con estas porque la tendencia habitual es a magnificarlas por encima de lo que realmente son. La lista te servirá para trabajar sobre ellas y mejorarlas o solucionarlas del todo.

PREGUNTAS (No te conformes con la respuesta “No lo sé”)

- ¿Qué concepto tienes de ti mismo?
- ¿Eres justo al valorar tus cosas buenas y tus cualidades?
- ¿Eres capaz de apreciar con justicia tu valía? Si la respuesta es un no… ¿por qué no?
- ¿Conoces todas tus virtudes y cualidades?, ¿te sientes satisfecho de ellas?, ¿las desarrollas todo lo que puedes?
- ¿Te beneficiaría potenciar lo que sí tienes de bueno? Si la respuesta es positiva… ¿te comprometes a hacerlo?
- ¿Te consideras una persona digna?, ¿defiendes firmemente tu dignidad?
- ¿Tomas las decisiones de un modo consiente en cada ocasión?


(Para aclarar por qué puedes tener el concepto que tienes de ti, te recomiendo que leas este artículo: https://buscandome.es/index.php/topic,17043.msg19672.html#msg19672





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