NO HAY QUE AFRONTAR LA VIDA DESDE LA DESESPERANZA
En mi opinión, algunas de las aspiraciones imprescindibles de las personas han de ser, entre otros:
- Alcanzar una ecuanimidad estable.
- Disponer de una objetividad que nunca nos abandone.
- Un optimismo más o menos razonable.
- Una Autoestima asentada.
- Una vida en la que el equilibro emocional esté presente a todas horas.
Se ha empezado a hablar de la Teoría de la Desesperanza, que se refiere a cuando una persona tiene una tendencia, justificada o no, a verlo todo desde el lado negativo.
Ni siquiera cuando se confirma que una persona soporta una racha continuada de cosas que no salen bien, o de problemas indeseados, tiene justificación esa rendición a la desesperanza. Ya dice el proverbio que “la esperanza es lo último que se pierde”.
Ni siquiera los efectos negativos que nos suceden a lo largo de la vida autorizan a que el pesimismo o el desaliento sean la base sobre la que vivamos. A pesar de eso, la esperanza ha de permanecer sin desánimo a nuestro lado. Si las cosas salen mal la opción no es la rendición ni el desánimo, sino una reacción serena que nos haga comprender qué es lo que está pasando realmente, en qué estamos fallando, qué tenemos que cambiar. No es necesario buscar maldiciones ni un mal de ojo ni una confabulación de los demonios o de los planetas: en la mayoría de las ocasiones las cosas que no salen bien son el resultado de una mala planificación. Esto nos invita a una revisión en profundidad de todo.
Uno de los riesgos de actuar desde la desesperanza es que el estado de ánimo que nos proporciona puede desembocar, en los casos más graves, en ansiedad o depresión, ya que se va a actuar desde el pronóstico agorero de que todo va a salir mal y que la desgracia se ha aliado con uno indefinidamente. El Ser Humano necesita confiar en la vida para seguir viviendo.
La visión fatalista convierte todo en un gran problema sin solución y esa misma predisposición transforma los propósitos en una profecía autocumplida, o sea, que se acabará cumpliendo por el hecho de que uno es capaz de crear lo que es capaz de creer. Henry Ford dijo: “Tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, estás en lo cierto”. Si actúas desde un desánimo fatalista con el convencimiento de que “eso también va a salir mal”, eso saldrá mal.
De ese nefasto pensamiento que algunos tienen incrustado de que “los males son inevitables y no hay nada que se pueda hacer” poco bueno va a salir. Esta actitud triste nos convierte en imanes de los males y nos deja vulnerables, sin fuerza ni estímulos.
De todo lo anterior se puede deducir que mantenerse en esa actitud es del todo contraproducente, porque es auto-agresiva y negativa, así que a quien tenga esa tendencia le conviene revisarla. No voy a proponer un optimismo desbordante y una ilusión inalterable, porque eso es complicado y no tiene una base estable. “No se deben tomar decisiones ni en los momentos de euforia ni en los pesimistas. En ambos casos serán equivocadas”.
La propuesta correcta está en el primer párrafo de este texto: “alcanzar una ecuanimidad estable, disponer de una objetividad que nunca nos abandone, un optimismo más o menos razonable, una Autoestima asentada, y una vida en la que el equilibro emocional esté presente a todas horas”. En esto hay que centrarse, por esto hay que esforzarse. Esta puede ser la mejor solución.
Llevar a cabo la tarea de modificar esta mala costumbre de estar en el lado desesperanzado es un hermoso acto de Amor Propio que dará un giro beneficioso al modo de afrontar la vida.
“Cuando todo te dice que te rindas, la esperanza te susurra que lo intentes una vez más”.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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