Reflexionando sobre aquellos maravillosos años.
No se como pudimos sobrevivir a nuestra infancia. Aunque no todo tiempo pasado fue mejor ¿eh? Porque fuimos la generación de la espera; nos pasamos la infancia y la juventud esperando.
Había que hacer dos horas de digestión para no morirnos en el agua, dos horas de siesta para descansar, nos dejaban en ayunas toda la mañana del domingo hasta la hora de la comunión para... no sé bien para que. Hasta los dolores se curaban esperando.
Mirando atrás es difícil creer que estemos vivos. Íbamos en coches sin cinturón de seguridad ni airbag. Hacíamos viajes de diez o doce horas cinco personas en un coche pequeño y no sufríamos el síndrome de la clase turista. No había esas terribles puertas, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños. Íbamos en bici sin casco.
Los columpios eran de metal y con esquinas en pico, y jugábamos al escondite, a los médicos o a los papás y las mamas, (que bonito). Hacíamos carros de cojinetes para bajar por las cuestas y siempre descubríamos tarde que habíamos olvidado los frenos. También jugábamos a "piola" y nadie sufrió hernias ni dislocaciones vertebrales.
Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día y solo volvíamos cuando se encendían las farolas. Nadie podía localizarnos. No había móviles. Nos rompíamos los huesos y dientes y no había ley que castigara al culpable. Nos abríamos la cabeza en guerras de piedras y no pasaba nada, eran cosas de niños y se curaban con mercromina y unos puntos de "hilo".
Tuvimos peleas y nos desmorramos unos a otros, y aprendimos a superarlo. Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos, si acaso alguno era gordo y punto. Estábamos siempre al aire libre, corriendo y jugando. Compartimos botellas de refrescos o lo que se bebiera y nadie se contagio de nada, salvo los piojos en el cole, lo que nuestras madres arreglaban lavándonos la cabeza con Zotal o vinagre caliente.
No tuvimos Playstation, Nintendo, X-Box, videojuegos, 99 canales de TV, películas de video y DVD, sonido soundround, ordenadores, móviles, TV por cable o satélite y ni Internet. Nosotros tuvimos “amigos”. Quedábamos con ellos y salíamos. O ni siquiera quedábamos: salíamos a la calle y allí nos encontrábamos. Y jugábamos a las chapas, al peón, a las chivas, al rescate, a la taba... Esa era nuestra tecnología punta. Llegábamos a su casa y sin llamar entrábamos por la puerta. Sin permiso escrito de los padres.
Pobrecitos de nosotros, solos allá fuera, en el mundo cruel.
Jugábamos con palos, perdimos mil balones, y comimos pipas y tragamos chicles, y nunca nos crecieron en la tripa ni tuvieron que operarnos para sacarlos. Bebíamos agua sin embotellar, del grifo, y algunos incluso lo chupaban. Cazábamos lagartijas y pájaros con la escopeta de perdigones, antes de ser mayores de edad y sin adultos.
En los juegos del cole no todos participaban en los equipos. Los que no lo hacían tuvieron que aprender a aceptar la decepción. Algunos estudiantes no eran tan inteligentes como otros y repetían curso. ¡ Que horror, no había exámenes sorpresa ni aprobados gratis!. Teníamos vacaciones tres meses, y pasábamos horas en la playa o en el campo sin crema de protección ISDIN 15, sin clases de vela, de paddle o de golf; pero sabíamos construir castillos de arena con foso y pescar con arpón (Un palo con un cuchillo encintado). Y ligábamos chicas persiguiéndolas, no diciendo "que guapa eres" aunque nos lleváramos en muchas ocasiones una bofetada, pero no escribiéramos en un Chat o en un móvil ":-D" ":-P" o "xD" que no hay cristiano que se entienda en la mayoría de los casos.
Éramos responsables de nuestras acciones y arreábamos con las consecuencias. La idea de un padre protegiéndonos si transgredíamos alguna ley era inimaginable. ¡Ellos protegían las leyes!. Si un profesor te castigaba o te daba un guantazo tus padres no le demandaban ni exigían su expulsión. "¡Algo habrás hecho!", te decían. A veces ellos mismos te daban otro guantazo y te imponían un castigo que se sumaba al del colegio. No solo no te traumatizaba en absoluto, sino que pronto volvías a las andadas. Tus padres no intentaban dialogar contigo ni hacerte comprender, porque los padres de antes sabían que a un niño lo que le digan le entra por un oído y le sale por el otro. No se cuestionaba la autoridad paterna ni se discutía sobre tus obligaciones o deberes: "Lo tienes que hacer porque soy tu padre y harás lo que yo diga". Fin de la conversación.
Jamás ningún psicólogo infantil podrá superar esto.
Si Llorabas por una tontería o por una cabezonada tu madre no invertía 40 minutos en razonarte que no era conveniente zamparse medio kilo de gominolas diez minutos antes de comer: te decía que si no dejabas de llorar lo harías con razón y a nosotros, ignorantes de nuestros derechos como menores, no se nos pasaba por la cabeza demandarla por maltrato psicológico ante el juzgado de menores. Tuvimos libertad y responsabilidad, fracaso y éxito, satisfacción y frustración, y aprendimos a crecer con todo ello. No es raro que ahora los niños salgan medio tontos. Si eres de los de antes, ¡ enhorabuena! Muchos tuvimos la suerte de crecer como niños, antes de que las APAS, abogados, legisladores, psicólogos, gobiernos y todo tipo de colectivos, ONGS, etc., nos volvieran a todos imbéciles.
Y aquí estamos sosteniendo este país.
Tal vez estamos a tiempo de salvar a nuestros hijos.
Un saludo:
Luis Francisco Padilla.
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