CAPÍTULO 200 - ¿LA PERSONA O LA PAREJA?, ¿QUÉ ES LO PRIORITARIO?
-EL FINAL-
Este es el capítulo 200 del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER.
En este asunto va a ser difícil conciliar a todas las personas, porque están implicados los sentimientos –y cuando hay sentimientos por medio dejan de funcionar las teorías intelectuales y los razonamientos mentales-; puede haber influencia de la ética religiosa o las tradiciones familiares, reminiscencias de la educación que se recibió, un fuerte sentimiento del “deber” –que es capaz de pasar por encima de los intereses propios y asolarlos, e incluso por encima de la propia felicidad y de los derechos personales-, o puede que pese mucho el compromiso adquirido ante la Iglesia quien así lo haya hecho: “Prometo amarte y respetarte todos los días de mi vida hasta que la muerte nos separe… etc.”
La verdad es que, vista fría y racionalmente, ésta es una promesa cuyo cumplimiento es irrealizable en la mayoría de las ocasiones. Uno no manda en su amor. Es muy difícil saber qué cosas van a ir pasando a lo largo de la convivencia, y es demasiado peliagudo apostar por seguir amando dentro de muchos años, sobre todo cuando uno se casa sin ser consciente de cuánto es “muchos años”, y no se tiene una noción ni siquiera aproximada de cuánto tiempo falta y de lo que puede suceder “hasta que la muerte nos separe”, y también porque uno es incapaz de mandar racionalmente sobre los propios sentimientos, y no sabemos dónde pueden acabar éstos si la convivencia no resulta tan gratificante como se suponía.
Por eso, si llega el momento en que uno tiene que cuestionarse el interés por el proyecto de pareja frente a la felicidad propia pero estando solo es cuando aparecen con más intensidad los conflictos, y cuando “no sé qué hacer” es la frase que responde a casi todas las preguntas.
Visto analíticamente, siendo objetivo, parece que la realización personal tiene prioridad sobre la realización de la pareja o en la pareja. Uno, como individualidad, existía antes de que se formara la pareja.
Es evidente que uno siempre está consigo, y desde hace más tiempo, y que es insustituible para sí, y el otro lleva menos tiempo en la historia personal y, además, puede ser sustituido.
La realización –convertir en realidad lo que uno es en esencia- es una tarea propuesta para la vida de cada persona -aunque no aparezca escrita en ninguna parte, aunque en la educación no nos hablen de ella-, junto con el sentimiento innato de ser cada vez mejor persona, la intuición de pertenecer a un colectivo llamado Humanidad, la parte sensible que uno se descubre y no se atreve a llamar espiritual o divina, la compasión que siente ante las catástrofes o las desgracias ajenas, y los gestos de caridad económica o personal en los que se involucra o quisiera hacerlo. Todo eso hace sentir de un modo inexplicable que “hay algo más”.
Tiene que haber algo más.
No puede ser que la vida sea solamente nacer en el mundo, vivir y disfrutar –que ya es bastante- y morir sin más.
En medio –y tal vez después- tiene que haber algo más, algo trascendental.
Creo que es por ese motivo por el que de vez en cuando asalta la duda acerca de si se está haciendo lo correcto en la vida o si habría que hacer otra cosa.
Y si se aplica a la pareja, en el caso de que no esté funcionando como es lo deseado y sólo aporte insatisfacciones, es cuando puede aparecer la duda de si uno tiene que seguir en esa relación porque tiene que aprender algo de ella desde el punto de vista evolutivo -que a veces se convierte en una excusa poco solvente pero aprovechable- o si la relación le está entorpeciendo en su camino personal, ya ha vivido la experiencia que tenía que vivir –aunque tal vez no le haya sacado todo el jugo-, y ya es el momento de comenzar otra etapa que le llevará al siguiente nivel.
La relación puede quebrar, por supuesto. En la teoría es muy complicado que una relación resista indemne el paso del tiempo, y que ambos sean del todo comprensivos y tolerantes a lo largo de los años con la evolución natural del otro, o que ambos coincidan en gustos e intereses después de mucho tiempo de coexistencia.
Pero la persona, el Ser, la Unidad, no debiera quebrarse nunca.
Ya he advertido que éste es un asunto delicado, y cuando uno se empareja lo debe hacer siendo consciente de todas las consecuencias posibles, y valorando tanto lo que puede recibir como los inconvenientes o las renuncias a las que se tendrá que enfrentar.
Creo que es correcto anteponer el individuo a la pareja, aunque opino que pueden y deben convivir ambas cosas. Una no debe anular a la otra. Pero si hay una prioridad, es la persona. Aunque pueda aparecer una voz que advierta: “pues no haberte emparejado.”
En este asunto, como en todos los demás, cada uno ha de tener sus propios criterios y debe ser fiel a ellos, aun a contracorriente de las opiniones ajenas y de los consejos más o menos bienintencionados de los otros.
SUGERNECIAS PARA ESTE CASO:
- La vida es un proceso continuo de Desarrollo Personal que no ha de detener el hecho de estar emparejado. Si llega el momento en que uno se nota estancado y siente que está fallando en su propio Proceso tendrá que tomar una decisión… y realizarla.
- Se supone que la pareja es una fuente de enriquecimiento en lo personal, así que hay que estar abierto a aprender de las cosas que nos molestan de ella porque nos pueden estar mostrando lo que no nos molesta de nosotros.
- No hay normas de quién tiene prioridad, pero si alguien considera que uno mismo que no sienta que eso es egoísmo. Tal vez sea justicia.
Francisco de Sales
(Si le interesa ver los capítulos anteriores, están publicados aquí:
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