EN TU VIDA MANDAS TÚ
En mi opinión, el desconocimiento de tantas cosas en la vida, y de nosotros mismos, y de nuestros modos de actuar, nos llevan a tener que vivir situaciones que serían totalmente prescindibles y que son contraproducentes.
A lo largo de la vida, a las personas unas cosas nos salen bien –según nuestro deseo y baremo- y otras, mal –no salen como deseábamos-.
Si se repiten mucho las segundas, se nos va creando una sensación pesimista –ligeramente depresiva- y ello va llevando, poco a poco, pero inexorablemente, al desánimo y a una desgana de iniciar cosas nuevas.
Desde hace un tiempo, la psicología está investigando sobre “la indefensión aprendida”. Es un estado psicológico que se manifiesta en las personas cuando empiezan a creer que son incapaces de hacer modificaciones en las situaciones de su vida, que no pueden cambiar sus comportamientos ni conductas, que no pueden hacer los cambios que desearían, que no tienen gobierno sobre sus reacciones personales ni sobre su vida.
Si uno es víctima de la creencia en la indefensión aprendida, eso le va a causar una sensación de falta de control sobre lo que le rodea y le atañe, y se convencerá de que cualquier esfuerzo que haga o cualquier proyecto que intente serán inútiles, porque en su idea, en su pre-juicio, están condenados al fracaso. Así que, erróneamente, y desde este desánimo por la derrota auto-profetizada uno prefiere evitar, no hacer, no enfrentarse.
¿Para qué hacer algo nuevo?
¿Para qué iniciar cosas si ya presuponen de antemano que van a salir mal?
Con este pesimismo, y esta apatía, lo lógico es que el resultado sea… “malo”.
Se enganchan a un círculo vicioso del que resulta difícil escapar.
La sensación de incapacidad para emprender y actuar anulan la capacidad y el poder de cambiar las cosas.
Si uno no afronta los asuntos de la vida con decisión y confianza, el siguiente paso es quejarse de la mala suerte, maldecir un poco, enrabietarse, y quedar a merced de los propios reproches y de todo lo adverso que vendrá por no hacer lo que se tiene que hacer.
Uno se convierte en víctima… y acaba conformándose con serlo.
“Mala suerte”, dice uno.
Y agacha la cabeza y calla.
Pero no se revela con fuerza o rabia contra esa adversidad. Como debiera ser.
Y, lo que es más dramático, no resuelve nada con esa actitud.
Lo próximo que le salga mal, que serán muchas cosas con esta actitud, le confirmará su teoría de que es un desgraciado y es víctima de algún conjuro o un mal de ojo, o de que en alguna reencarnación anterior ha hecho algo malo y ahora lo está pagando, o de que la culpa la tuvieron sus padres que no le educaron de otro modo, o de la falta de estudios, o… de lo que sea. Casi cualquier excusa vale.
Su teoría es clara (aunque equivocada): no busca trabajo porque “ya sabe” que no va a encontrar; no soluciona los asuntos porque “no sabe cómo hacerlo, y siempre se equivoca”; no tiene iniciativas, porque “todo le sale mal, y para qué perder el tiempo”…
Estas personas tratan de encontrar alguien que les resuelva sus asuntos. Al principio, sus padres; después, los compañeros de trabajo, los amigos, o la pareja.
La propuesta para una vida mejor es, lógicamente, porque es la correcta y adecuada, la de tomar las riendas de la vida.
Responsabilizarse de ella.
Dirigirla.
Tener iniciativas y controlar los resultados: no dejar estos en manos del azar o de la suerte.
No culpabilizarse de lo que llamamos “fracasos” –que en realidad son, simplemente, experiencias que no salieron como se deseaba-, sino valorar la intención, la voluntad y el esfuerzo que han puesto.
Tienen que encontrar el optimismo y un poco de fe o seguridad, y bastante ilusión, donde quiera que se hallen, porque van a ser imprescindibles.
Alimentar la esperanza, para que no decaiga. La esperanza se puede alimentar mostrando, aunque sea con la imaginación, un final feliz con un buen resultado para el proyecto o decisión que se ha puesto en marcha, pero sobre todo añadiendo un esfuerzo real.
No hay que culpabilizarse de lo que realmente uno no es culpable. Está bien responsabilizarse, pero no está bien culpabilizarse.
Conviene desechar cualquier rastro de pesimismo que uno tenga guardado en alguna parte.
Y, por fin, hacer un buen proyecto, un buen Plan de Vida, para que el futuro sea mejor, teniendo claro que en la propia vida manda uno, y no las circunstancias, ni el destino, ni los demás.
Que tu responsabilidad sea la base de tu porvenir.
Basta ya de reproches que se quedan en nada, salvo en una enemistad contigo mismo que se va agrandando continuamente.
Basta ya de esperar que el destino tenga reservado algo interesante para más adelante. Entiende esto: es mentira. El destino no existe. Lo que llamas destino es el resultado lógico de las decisiones que tomas y de las que no tomas, de lo que haces y también de lo que no haces.
Basta ya de ser un irresponsable que no toma las riendas de su vida.
Basta ya de quejarte de las situaciones sin intentar remediarlas, y de instalarte en una rabieta y pataleta infantil que no resuelven nada.
Basta ya de quejarte de “mala suerte” sin hacer nada para crear la “buen suerte”.
Basta ya de quedarte atrancado en una apatía que se regodea en su desdicha y no hace nada para dar el siguiente paso hacia adelante.
Basta ya de aplazar el ponerte a hacer lo que se sabe que hay que hacer.
Basta de pereza, de irresponsabilidad, de mirar hacia otro lado, de hacer oídos sordos, de negar lo innegable, de demorar lo inevitable, de aplazar un presente mejor y un futuro más agradable.
EN TU VIDA MANDAS TÚ.
Y esto no es solamente una frase, sino una realidad y una responsabilidad que te corresponde solo a ti.
Y si no lo haces ya, y por tu propia voluntad, prepárate para escuchar los reproches de tu conciencia, a la que no podrás engañar como te engañas a ti.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales