NOS CENTRAMOS EN LOS PERSONAJES Y OLVIDAMOS LA PERSONA
En mi opinión, y porque lo compruebo asiduamente, en general no llevamos bien este asunto de vivir, y menos aún el de VIVIR.
Ya lo he manifestado en más ocasiones, pero es porque me parece un asunto de extrema gravedad que el Yo Externo –ese que está todo el día ocupado, agitado, distraído, más pendiente de lo urgente y de lo lúdico que de lo importante- dedique a su exterior todas las horas de vigilia y en cambio sólo en contadas ocasiones dedique algún tiempo a mirar y atender el interior. O sea, a atenderse a sí mismo.
La rutina, lo cotidiano, las distracciones, el miedo a lo que uno se puede encontrar, etc.; hay muchas excusas para aplazar continuamente la inmersión en la profundidad del que Uno Es.
Así que se pasan los días y los meses y los años, y el externo sigue a lo suyo y el interno pocas veces se permite reclamar atención porque sabe de antemano que no van a ser atendidas sus peticiones. Acaba creyendo que estorba.
Afortunadamente, no se rinde. Se nos presenta en forma de frases profundas, en casualidades o causalidades, en experiencias que nos hacen revolvernos pero con una intensidad leve que se pierde enseguida.
Llegará el fin de nuestros días y tendremos que ofrecer cuentas de lo que hemos hecho. Y de lo que no hemos hecho. No importa si será en un espectacular Juicio Final apoteósico o apocalíptico, o en la intimidad lamentosa de una soledad en la que sólo se escuchará el llanto de los propios arrepentimientos por la oportunidad perdida; en algún momento tiene que suceder que uno se dé cuenta de esto: de que se desatendió a sí mismo, de que rechazó aprovechar esta oportunidad de estar en la Tierra y en todas sus maravillas, tener un cuerpo y una vida, los cinco sentidos para poder disfrutar, una mente que podría poner a trabajar a su servicio y no viceversa, y una conciencia y un espíritu y un alma…
Nos centramos en los personajes que interpretamos a lo largo del día, nos absorben la vida, nos hacen creer que son importantes –en realidad, nos hacen creer que somos ellos-, nos embaucan de tal modo que acabamos prestándoles atención y regalándoles nuestra vida, la misma vida que robamos al Ser Interior que es el Ser que realmente somos.
Cada uno es responsable de su vida, así que cada uno dará cuentas a quien corresponda –que posiblemente sea a sí mismo-, y habrá quien se tenga que marchar de esta vida con la tristeza inconsolable de haber prestado atención al Externo, al que está más pendiente de sus preocupaciones –muchas veces innecesarias e inútiles- y de engolosinar a su ego y de los placeres inmediatos y notables con los que pretende acallar la reclamación del Ser Interno.
Los personajes –en plural, ya que son muchos- son dirigidos por una mente que el que realmente somos no es capaz de controlar; están convencidos de que tienen una vida que es propia, están seguros de que son importantes, siempre tienen cosas que hacer a corto plazo, y para ellos la trascendencia –aquello que está más allá de los límites naturales- es algo que no les interesa, la Evolución y el Desarrollo Personal solo lo miden según los triunfos externos, y a la Espiritualidad la tildan de “pérdida de tiempo” para no tener que afrontarla como merece.
Nos engañamos, por supuesto. Pero no nos damos cuenta. No es algo hecho a conciencia: es la costumbre la que sigue al mando de nuestra vida. Es la rutina. También es el “más vale conocido…” porque indagar, penetrar, ver y comprender y aceptar lo que está tapado, reconocer la realidad que enmascaramos llevando el foco de atención a lo externo, casi nunca es agradable.
¿Qué soy REALMENTE? esa es la gran pregunta, cuya respuesta no tiene que ver con otras de preguntas similares, ¿quién estoy siendo?, ¿quién creo que soy?, ¿quién muestro que soy?
Los personajes son esos seres imaginarios a los que dotamos de apariencia física y hasta de “personalidad” para que representen los diferentes papeles que hay que representar a lo largo del día. Dan una apariencia de continuidad, de forma que parecen uno solo; es como si fuese uno solo con diferentes facetas y adaptado a situaciones más o menos concretas cada uno de ellos.
La realidad es que no somos ninguno de los personajes que representamos, pero creemos que somos ellos. Sobre todo, el que más
nos gusta, el que más se parece al yo ideal que nos hemos inventado.
El que sí somos, se da cuenta de las cosas y de las actuaciones de los personajes, reflexiona, se arrepiente cuando algo lo requiere y hace propósitos nuevos y buenos. Piensa en un algo más allá, aunque no sepa ponerle nombre. Siente a veces que no es parte de este mundo y sabe que el autoconocimiento se desarrolla dentro y no fuera, que el espejo en el que mirarse no es de cristal y está en el alma. Sabe que hay algo más que llegar, vivir y morir. Sí, estar en el Mundo es un recreo, un pequeño paraíso en el que se supone que hay que disfrutar, pero tiene que haber algo más, y si uno escucha esa inquietud se verá empujado a un Proceso de Autodescubrimiento real… y será la mejor propuesta que tenga en su vida.
Dejemos a los personajes que hagan las tareas cotidianas, que se muevan por el mundo, pero no olvidemos NUNCA que somos la Persona. La búsqueda y el encuentro con la persona que somos es el sentido de nuestra vida.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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