CAPÍTULO 72 – DEJARSE DE LADO
– EQUIVOCACIONES HABITUALES -
Este es el capítulo 72 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER.
“El amor maduro significa unión a condición de preservar la propia integridad, la propia individualidad.”
-Erich Fromm-
En las relaciones casi siempre se acaba renunciando a algo para que lleguen a buen término, ya que la comunión perfecta entre ambos y la aceptación incondicional del otro y todas sus circunstancias, es difícil que se den naturalmente, y para que uno se sienta un poco más cómodo el otro tiene que modificar o reconducir algún aspecto suyo. Y eso por ambas partes, por supuesto.
Es bueno ser conocedor de esto, y saber que la relación puede aportar muchas cosas buenas pero va a exigir alguna renuncia.
Es interesante que esas renuncias no sean graves, no afecten a los principios irrenunciables que cada uno debe tener, que no afecten a la propia dignidad, que no lleguen a convertirse en insoportables y contraproducentes, y que no hagan sentir dentro de cada uno la necesidad de venganza.
Las negociaciones son vitales para las relaciones.
Siendo conscientes de que va a llegar el momento en que uno va a tener que renunciar a algo, es muy conveniente y casi imprescindible obtener a cambio de ello algún tipo de compensación. Es importante sentir que lo que se recibe a cambio compensa de algún modo lo que se ofrece, ya que si no se hace así, uno va guardando cada una de esas renuncias personales en un lugar del que un día –un día explosivo en que algo, o la suma de muchos “algos”, sobrepase lo soportable- pueda sacarlas todas juntas y echarlas en cara al otro: “Mira todas las cosas a las que he renunciado por ti. Me has anulado como persona porque por ti he dejado de ser yo mismo/yo misma y he tenido que renunciar a todas estas cosas que para mí son importantes”.
Cuando dos personas que llegarán a formar una pareja se encuentran por primera vez, cada una de ellas tiene una vida propia, un entorno, un modo de ser, una familia, sus amigos, unos gustos y costumbres, etc., y será muy difícil que pueda trasladarlo todo íntegramente a la relación.
Alguna de las cosas no encajarán en la nueva situación.
Renunciarán a seguir viviendo con su familia –con la que llevan coexistiendo toda su vida-; tal vez tengan que renunciar a la localidad o al entorno donde viven y han vivido, con todo lo que ello conlleva de renuncia y abandono; cesarán de seguir viendo con la misma intensidad y frecuencia a los amigos del lugar en el que se han criado; renunciarán a su habitación de siempre, a algunas de sus costumbres, tal vez a su trabajo y sus compañeros, quizás a alguno de sus hobbies, etc.
Aunque eso se hace con amor y por amor, en el fondo, de un modo inconsciente, eso está pasando factura y reclamaciones porque se esperan compensaciones a cambio de las renuncias. Tal vez uno crea que todo eso lo cambia por “el amor”, pero no es cierto del todo: en realidad, espera algo más –aún sin definir- y no es sólo tener más felicidad –que se supone va incluida en el pack llamado “el amor”-; lo que se espera no es simplemente vivir en un sitio mejor –en ocasiones el nuevo sitio no es mejor que el que se tenía-, es otra cosa, es algo más… pero no se sabe –porque uno no se lo pregunta- qué es ese algo más. Aún sin saber lo que es, se renuncia a lo que se tiene hasta ese momento porque se supone que la relación le va a aportar algo que no tiene en ese momento. (Si, la relación también tiene una gran parte de egoísmo)
Cuando uno se implica en una relación, es muy útil y valioso recordar siempre que uno era él mismo, y era del modo que era, antes de conocer al otro y antes de emparejarse.
Y es mejor que no renuncie a ser y seguir siendo él mismo.
Se puede renunciar a algunas cosas si se ve conveniente o es compensado de otro modo, pero no renunciar a sí mismo. Esto nunca.
No se debe dejar de ser quien uno es realmente.
No es congruente perderse a sí mismo por una relación.
Sí está bien respetar lo que era –y sigue siendo- el otro, y que el otro respete lo que era –y es- una.
Que ninguno de los dos trate de imponer al otro cosas por la fuerza, y que ninguno renuncie a algo que sepa que si lo hace le va a causar daño a la larga. Eso es un pésimo comienzo, o el comienzo del declive antes de asentar la relación.
Cuando uno siente una imposición siente que le están invadiendo su libertad, y siente que no puede actuar como desea, lo que le provoca una desagradable y ofensiva sensación.
Si se descubren puntos que son insalvables, es mejor renunciar a consolidar esa pareja.
Si se sigue adelante, cada vez que el otro cede hay valorarlo y ofrecer algo a cambio.
Que no haya deudas que reclamar.
Y eso se consigue no dejándose cada uno de lado.
SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:
- Conviene encontrar el equilibrio entre lo que uno tiene que renunciar por la pareja y los beneficios que recibe por estar en pareja. Y no ganar siempre pero tampoco perder siempre.
- Antes que la pareja está uno mismo. Esto no hay que olvidarlo.
- La pareja es una suma de dos individualidades, pero no implica la renuncia de ninguno a dejar de ser él mismo.
- La pareja es un camino de evolución de ambos, no un camino de renunciar a ser cada uno él mismo.
- No olvides nunca que tú eres lo más importante en tu vida.
Francisco de Sales
(Si le interesa ver los capítulos anteriores, están publicados aquí:
http://buscandome.es/index.php/board,89.0.html)